“Hola, soy Mateo, tengo seis años, vivo en la Ciudad de México y estoy buscando a mi mamá, Monserrat, ella desapareció en la Ciudad”.
Si es lamentable que en México haya madres buscando a sus hijas e hijos lo es más que ahora haya niñas, niños y adolescentes buscando a sus padres.
Sí, es la niñez buscadora, como le llaman, la que a través de colectivos va a las fosas con la esperanza de encontrar a los suyos. Ahí están con palas, picos, escarbando la tierra.
“Soy Sofía y tengo once años; y yo soy Jimena, tengo nueve, y estamos buscando a mi prima Mariajosé Monroy, que desapareció en el Estado de México”.
Son nuestros niños, niñas y adolescentes los que, como sus familiares, salen a las calles a pegar en postes y paredes la foto de quienes un día ya no regresaron a sus casas.
La crisis de desaparecidos en México, que asciende a más de 100 mil personas, tiene a nuestra niñez y adolescencia buscando a hermanos, padres, primos, abuelos, tíos y amigos.
“Soy Alexis, vivo en Tamaulipas, estoy buscando a mi papá, Sergio Eduardo, que desapareció el 2 de julio de 2018, en Tamaulipas”.
Estos son los testimonios de nuestra niñez y adolescencia buscadora, que forma parte de la campaña Niñez Buscadora, que encabeza Fernando de Lucio, activista por los derechos de la infancia y en contra de la desaparición.
Si bien el hecho de que en México desaparezcan al menos 17 menores al día es terrible y preocupante, también lo es que ahora sean nuestros niños, niñas y adolescentes quienes salgan a buscar a sus familiares.
Quedarnos como espectadores a ver cómo toman picos para escarbar la tierra o recorren avenidas pegando fotografías para obtener información sobre el paradero de su familiar es hacernos cómplices de la impunidad que hay alrededor de una persona desaparecida.
“Soy Ilse, tengo 11 años; soy Jared y tengo ocho años, somos de Jalisco y estamos en búsqueda de mi tía Fani Areli; ella desapareció el 7 de marzo de 2021”.
Hasta mayo pasado, de los más de 100 mil desaparecidos solo en 35 casos se ha sentenciado a los perpetradores. Los estados en donde hay más desaparecidos son Jalisco, Veracruz, Nuevo León, Estado de México y Tamaulipas.
Es doloroso que México se haya convertido en una gran fosa y que, pese a ello, la estrategia de seguridad de este régimen siga siendo “abrazos, no balazos”, pero lo es más que no se les escuche a las familias de las víctimas, a las madres buscadoras.
Es urgente que en México haya una estrategia transversal que no solo construya la paz y garantice la seguridad; no es eliminando los cuerpos de seguridad locales como se va a construir la paz, creerlo así es un error.
“Me llamo Alfredo, mi tío Luis Ángel desapareció el 5 de abril de 2017, en Acapulco de Juárez, Guerrero; lo extraño mucho, quiero volverlo a ver, ayúdame a localizarlo”.