Las arcas y los programas estatales, por muy grandes que sean, palidecen ante las cifras y alcances del entorno federal. Mientras que Ernesto Cordero se enlodaba con miles de millones de dólares, exigía que la atención ciudadana se volcara sobre los cientos o escasos miles de millones de pesos de las finanzas estatales.
Es innegable que la imprudencia y el abuso destacó en el endeudamiento federal, resguardado con una reserva de activos internacionales calculada a modo y no en las miserias que la banca -a costos irracionales- clavó en los balances de los estados. Ofende al conocedor el que estos rufianes digan que los gobernadores tuvieron el arca abierta, cuando es claro que no hubo banco que no pidiera la anuencia de la SHCP para derivar fondos a cualquier entidad federativa.
Por el contrario, algunos bancos encontraron en manipulaciones orquestadas desde Constituyentes, la forma de canalizar importantes recursos ociosos a préstamos patrocinados por funcionarios dependientes del coach Cordero, los cuales eran adecuadamente calificados por la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, dado el respaldo de participaciones federales. Pensar que la varita del endeudamiento local era de los gobernadores y no del secretario de Hacienda, es un mito no genial, que solo los ingenuos pueden aceptar.
La deuda que hoy escandaliza a los senadores es producto de dos causas evidentes. Primero, el subejercicio, que gradualmente creció bajo el discrecional diseño albiceleste para hacer ver mal a los gobernadores de oposición, regateando con reglas de operación los recursos durante meses, y, segundo, el denominado “moral hazzard”, dado que los estados no endeudados vieron como los grandes deudores estatales eran rescatados por la Federación, mediante los pases mágicos de reestructuradores que volvían cero o de largo plazo, lo que era el pesar de las enormes deudas de algunas entidades.
El resultado era obvio e ineludible, con esos factores solo había que esperar para que la deuda local inundara la República. Aunque no dejaron evidencia formal, muchos secretarios de finanzas se pensaron privilegiados, cuando desde palacio les arreglaban citas con las calificadoras del sistema y los banqueros favoritos. Sí, el trágico problema, hoy se quiere arreglar donde no nació.
Por otra parte, los aspavientos de Molinar pareciera lavan sus excesos, no solo en la SCT, sino también en el IMSS.
La pregunta es obvia, ¿cómo tocar a quien no se quiere ver en su verdadera dimensión? Lo que ha traído el pacto es un velo de invisibilidad política. La intangibilidad, es lo de menos.