Cuando la vida de alguien es abruptamente interrumpida por el diagnóstico de una enfermedad que amenaza con desvanecer sus sueños y esperanzas y necesita de atención médica ya sea para corroborar un diagnóstico, dar un tratamiento especializado o la realización de una cirugía, la burocracia para conseguir una cita se convierte en un laberinto sin salida en el sistema público de salud (Instituto Mexicano del Seguro Social, Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, y hospitales de la Secretaría de Salud).
Las llamadas “listas de espera” son un peregrinaje constante de familiares y pacientes en busca de alivio y en ocasiones los días se vuelven inalcanzables para lograr la tan ansiada cita.
Durante décadas, las “listas de espera” han sido el talón de Aquiles de nuestro sistema de salud. Pacientes aguardando meses, incluso años, por una cirugía o tratamiento, son una realidad que se agudizó con la pandemia por COVID-19.
Este escenario, lejos de ser una novedad, es el resultado de años de desatención, falta de infraestructura y personal médico, así como de un sistema fragmentado que ha fallado en garantizar el derecho universal a la salud.
Ante este desafío, los Centros Coordinadores de Salud para el Bienestar se erigen como pilares de una nueva era en la salud pública. Estos centros, articulados bajo la nueva política de salud del Servicio Nacional de Salud Pública (DOF octubre/2023), buscan integrar los servicios, eliminando barreras y creando un flujo eficiente de pacientes a través de las Redes Integradas de Servicios de Salud (RISS).
Su objetivo además de administrar citas y reducir listas de espera, considera reimaginar una salud pública que garantice un acceso equitativo y universal a los servicios de salud.
Estos centros recibirán solicitudes de atención -referencias- de distintas regiones, organizadas en lo que se conocerán como Distritos de Salud para el Bienestar (hoy llamadas jurisdicciones sanitarias). Un equipo multidisciplinario evaluará estas solicitudes, priorizando los casos de acuerdo con la urgencia y la necesidad mediante protocolos de atención, y asignará a los pacientes a la unidad médica más adecuada.
Una vez brindada la atención médica habrá una retroalimentación -contrarreferencia- al Centro Coordinador y a la unidad médica de origen quienes siempre estarán enterados de la atención proporcionada.
Este enfoque promete ser más justo y eficiente, así mismo busca fortalecer el primer y segundo nivel de atención, esenciales para descomprimir los hospitales de alta especialidad y acercar la salud a la comunidad.
Los centros coordinadores se perfilan como una solución innovadora al centralizar la evaluación y priorización de los casos, facilitando una distribución más racional de los recursos y una atención más ágil.
La clave de su potencial éxito radica en su capacidad para integrar y coordinar eficazmente los distintos niveles de atención médica dentro de las RISS, garantizando que cada paciente reciba la atención adecuada en el momento oportuno.
Sin embargo, el verdadero desafío yace en la implementación. La teoría, por más sólida que sea, enfrenta la prueba de la realidad. Su implementación requerirá de una coordinación sin precedentes entre los diferentes niveles de gobierno y los estados.
Además, será crucial superar la resistencia al cambio, tanto dentro del sistema de salud como en la percepción pública, para asegurar la adopción y el funcionamiento efectivo de este nuevo modelo.
En un país marcado por desigualdades profundas, garantizar el acceso a la salud es un paso fundamental hacia la justicia social. Los Centros Coordinadores de Salud para el Bienestar representan un compromiso con el bienestar de cada mexicano, son el pavimento del segundo piso que propone la doctora Claudia Sheinbaum.
Como integrantes de la sociedad es nuestro deber participar activamente en este proceso de cambio, contribuyendo así a la construcción de un sistema de salud más justo, eficiente y equitativo.