Influenza educativa
Tras haber rescatado a la industria farmacéutica con un mal tan fantástico como el monstruo del Lago Ness, este esforzado médico producto de la creatividad foxiana, recibe un reconocimiento del gobierno francés por haber logrado -con cargo a recursos presupuestarios nacionales- lo que las autoridades de aquel país jamás hubieran podido gastar en aliviar la compleja situación financiera que aquejaba a los laboratorios galos.
Gabriel Reyes OronaTras haber rescatado a la industria farmacéutica con un mal tan fantástico como el monstruo del Lago Ness, este esforzado médico producto de la creatividad foxiana, recibe un reconocimiento del gobierno francés por haber logrado -con cargo a recursos presupuestarios nacionales- lo que las autoridades de aquel país jamás hubieran podido gastar en aliviar la compleja situación financiera que aquejaba a los laboratorios galos.
Por supuesto, la OMS, organismo capturado por los grandes intereses que dominan la producción de medicamentos, estará agradecida con una persona cuya ingenuidad fue suficiente para acabar con la economía de un país, mediante la propagación de un mito en forma de enfermedad, que permitió reactivar un sector golpeado por la crisis internacional, conteniendo los efectos nocivos de la fantasiosa epidemia en el territorio de un país.
Mucho se habla de la creación de laboratorio de ese supuesto mal, el cual no apareció en ninguna otra parte del orbe con la furia que se dijo hizo presencia en nuestro país. Solo en nuestro suelo se dio la orden de reclusión absoluta y las exageradas medidas de prevención en calles, aeropuertos y oficinas. El poder de la ignorancia es enorme.
Gracias a que este virus respetaba cabalmente fronteras, en ningún otro país le hicieron el juego a un mal que solo el médico deseoso de atención había visto en su microscopio. Bastaba cruzar la frontera para relajar controles y percatarse que el mal no aparecía.
También se habló de que el mal vino con un escolta, que trajera el afroamericano al visitar al afromichoacano, pero lo real, es que el JA1- CV1 parece fue más destructivo que el mítico virus. Hoy, si alguna vez existió, no es posible comprobarlo, y mucho menos, su fulminante letalidad. Por lo pronto, el terror que se infundió a la población tendió la cortina de humo suficiente para pasar en el Congreso medidas policiacas, de orden dictatorial, que permitirían a Calderón jugar a la guerra. La economía nacional, a la fecha, aun no se recupera de la aparición del coco, que volvió famoso al doctor que cura males de dudosa existencia.
Al que claramente sí espantó ese personaje fue a Calderón, ya que su intentona de ser candidato al gobierno de Guanajuato por el tricolor hizo que el temor hiciera presa del Ejecutivo Federal, a tal grado que sin mérito alguno y sacrificando uno de los sectores estratégicos, lo designara para encabezar el proyecto educativo nacional.
Ahora se pone a hablar y comparar a nuestro raquítico y enclenque sistema con los de países desarrollados de la OCDE. Claro, en sus largos meses de gestión habrá adquirido autoridad moral para emitir recomendaciones, así como para embaucar en aventuras al gobierno que está por iniciar labores.
Pero debemos reconocer que ha diseñado un exitoso sistema para convertir las instalaciones educativas en remedos de cuarteles militares, en los que los directivos, no evaluados, inducen la venta de tambores, trompetas y pertrechos de escolta, dedicando la primera hora de varios días a la semana a que los educandos agoten energía entrenándose en repicar y tamborilear, lo cual seguramente no sucede en ningún otro país de la OCDE.