Para mejorar el acceso a la atención médica y proporcionar servicios médicos gratuitos para la población que no tiene seguridad social, recientemente el Gobierno decidió incorporar las funciones y la estructura del Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) a un nuevo órgano público descentralizado denominado Servicios de Salud IMSS Bienestar (SS IMSS-B), pero ¿es este nuevo organismo realmente la solución que México necesita para mejorar su sistema de salud?
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido testigo de la precariedad que por muchos años ha enfrentado el sistema de salud en México. Desde que trabajó en las comunidades indígenas de la Chontalpa, en Tabasco, pudo constatar cómo las clínicas rurales del IMSS-Bienestar otorgaban servicios médicos a la población más desfavorecida con un involucramiento de la comunidad en el cuidado de su salud. De esa experiencia surgió su plan original de mejorar la atención médica fortaleciendo el sistema de salud a través del IMSS-Bienestar.
La estrategia inicial, anunciada así en la toma de protesta de Germán Martínez Cázares como director del Instituto, fue: “El IMSS tendrá como prioridad arrancar con el programa IMSS-Bienestar, que es el camino a la universalización de los servicios a la salud”.
Ese era el plan original hasta julio de 2019; sin embargo, algo sucedió en el equipo de salud federal, ya que en noviembre de ese mismo año se creó el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), que sería el organismo encargado de brindar atención médica a la población sin seguridad social en lugar del IMSS-Bienestar.
Con el paso del tiempo, este ente no cumplió con los objetivos planteados al comienzo, por lo que, recientemente, se optó por regresar al plan original, preservando la esencia del programa IMSS Bienestar, ahora a través del nuevo SS IMSS-B.
¿Son estos cambios los que impulsarán una mejor atención a la salud de las y los mexicanos? La respuesta dependerá de que se logre implementar el modelo de salud en dos vertientes: la primera, profundizar en la centralización (federalización) administrativa (presupuesto, nómina, programas) y, la segunda, en la “descentralización” del modelo de atención en el territorio, es decir, en las comunidades rurales, suburbanas y urbanas.
Se requiere ir más allá de un modelo asistencialista, no sólo quedarse en curar al enfermo, sino avanzar en la conjunción de un modelo efectivo de acción y participación comunitaria, adaptado a cada región del país y a su multiculturalidad. Además, se debe contemplar la participación de un modelo realmente preventivo que incida sobre los determinantes sociales de la salud (educación, vivienda, medio ambiente, etc.).
También es necesario contar con un presupuesto suficiente y con sistemas y Tecnologías de la Información (TI) que permitan la sincronización entre los diferentes elementos del modelo sanitario.
Las recientes reformas a la Ley General de Salud y el regreso a la idea primigenia son un buen avance; no obstante, aún no se garantiza un modelo sanitario que responda a las necesidades reales del ciudadano de a pie. El organismo SS IMSS-B puede ser un paso en la dirección correcta, siempre y cuando, no se quede sólo en el papel.
Aún queda mucho por hacer para garantizar que la salud en el territorio nacional sea realmente accesible y con calidad para todos. Se requiere un enfoque holístico y un sistema que aborde las necesidades específicas de las diferentes comunidades, que elimine la fragmentación entre quienes tienen o no tienen seguridad social.
Si se logra consolidar este nuevo SS IMSS-B bajo las premisas expuestas, se estará en condiciones de abrir el debate para tener un sistema de salud único que no dependa de la condición laboral de las y los mexicanos.