Cuando Enrique Peña Nieto fue declarado presidente electo, seguramente no imaginó la pesadilla que viviría un año después.
Hoy la mayoría de los habitantes del DF exigen que el gobierno de la ciudad, y el federal, utilicen la fuerza pública para apaciguar a los maestros de la CNTE.
Por otra parte, la mayoría de los legisladores están que trinan porque los maestros los obligaron a cambiar de sede y a discutir solo dos de las tres leyes secundarias que conforman la reforma educativa.
Y por si esto fuera poco, después de la manifestación de ayer en Los Pinos, el propio presidente de la República se vio obligado a anunciar el cambio de fecha, de hora y hasta el formato en el que rendirá su primer mensaje-informe a la nación.
Se suponía que el “primer informe” se rendiría en las instalaciones militares del Campo Marte a las 11 de la mañana. Hoy no se sabe cuándo, ni a qué hora, ni en qué formato Peña Nieto se dirigirá a la nación para rendir su primer informe.
Y de pilón, para acabar de completar la pesadilla presidencial, no habrá partidos de futbol en la capital del país ni el sábado, ni el domingo.
Les avientan la pelota
Con todo y que el presidente Peña Nieto jura, y perjura que no claudicará en la reforma educativa, también dijo que quedará en manos de los legisladores la decisión de mantener su espíritu.
O lo que es lo mismo, el Ejecutivo pateó la pelota para que quede del lado de la cancha del Legislativo, dejando prácticamente la suerte de la reforma educativa bajo la responsabilidad del diputado Manlio Fabio Beltrones, quien conduce a la mayoría de los diputados.
Habrá que ver cómo se conduce el experimentado político de aquí al domingo, después de haber venido insistiendo en que lo que se requiere es diálogo, más diálogo, y más diálogo.
Llegan refuerzos
Nos reportan que además del apoyo del Sindicato de Electricistas (SME), los maestros de la CNTE recibirán el apoyo de algunas secciones de la SNTE, que dirigía la maestra Elba Esther Gordillo.
Concretamente se observan ya algunos movimientos en las filas de los maestros de Michoacán.
Si esto es cierto, cabría preguntarse:
¿De qué tamaño tendría que ser la fuerza pública para apaciguar un ejército de un millón de profesores, si es que los maestros de la SNTE deciden abrazar la bandera de la CNTE?
