Hijo de la vida
Había una vez un señor que tenía dos hijos: Diego y Carlos. Como buen papá, siempre les quiso dar todo, les dio la mejor educación, los llenó de amor, les brindó todas las comodidades y les hacía muchos regalos. Su único objetivo era verlos felices.
Carlos se emocionaba cada vez que su papá llegaba con una sorpresa. Por más insignificante que fuera, él siempre se mostraba agradecido y valoraba cada detalle, mientras para Diego nunca fue suficiente lo que recibía. Aún y cuando su papá le daba lo que él pedía, siempre encontraba un motivo para quejarse.
Annette ManautouHabía una vez un señor que tenía dos hijos: Diego y Carlos. Como buen papá, siempre les quiso dar todo, les dio la mejor educación, los llenó de amor, les brindó todas las comodidades y les hacía muchos regalos. Su único objetivo era verlos felices.
Carlos se emocionaba cada vez que su papá llegaba con una sorpresa. Por más insignificante que fuera, él siempre se mostraba agradecido y valoraba cada detalle, mientras para Diego nunca fue suficiente lo que recibía. Aún y cuando su papá le daba lo que él pedía, siempre encontraba un motivo para quejarse.
Llegó el día en que su papá se cansó de nunca darle gusto y optó por ya no hacerle regalos; no era lo que él hubiera querido, pero pensaba “para qué darle algo si como quiera no le va a gustar”. Mientras que su generosidad hacia Carlos crecía cada vez que le veía la cara de felicidad y agradecimiento.
Exactamente así es la vida, como un papá que te quiere dar todo. Desgraciadamente hay quienes nunca ven la abundancia que los rodea y escogen vivir quejándose, hasta que la vida les da la razón y encuentran mil razones para justificar su carencia.
La persona enferma habla solo de su enfermedad, se enfoca en ella y comienza a escuchar casos relacionados con sus síntomas que lo hacen llenarse de miedo. La que está enojada habla de su malestar y busca cómplices que apoyen su enojo y estén “de su lado”. La que se siente carente, aún y cuando tenga dinero, puede vivir reclamando que todo está caro, que no hay dinero que alcance y sentirse en la absoluta pobreza.
Alguien que está triste va a encontrar razones para llorar por todo, buscará ocasiones para hacerlo asistiendo a velorios, eligiendo películas trágicas y hará un drama hasta porque su esposo no la besó al llegar.
En cambio una persona enamorada habla del amor, una persona feliz habla de lo bueno que tiene, una persona agradecida nunca deja de recibir porque siempre encuentra algo por lo cual decir “gracias”. Por eso hay que aprender a recibir y agradecer lo que tenemos, para atraer más de lo mismo.
Casi siempre estamos pensando más en lo que no nos gusta que en lo que nos gusta. Así como dice la frase “Tu cuerpo está donde tu mente está”, la vida nos pone justo donde están nuestros pensamientos. La experiencia de vida es muy distinta cuando nos enfocamos en lo que apreciamos en vez de en lo que nos disgusta.
La vida es extremadamente generosa y conforme más aceptes y recibas con agradecimiento lo que te da, es más lo que vas a recibir, al igual que un papá que le ilusiona ver la emoción de su hijo al recibir su regalo.
Si eres feliz y agradecido la vida te va a dar una y mil razones para seguirlo siendo, pero si vives quejándote, la vida te va a dar una y mil razones para seguirte quejando.
Enfócate en ver hasta el más mínimo detalle bueno en tu vida y no le des importancia a lo malo, recuerda lo que dijo Facundo Cabral: “La vida no te quita cosas, te aliviana de cosas para que vueles más alto, para que alcances la plenitud”.