Hablando de pigmeos

En efecto, es bien sabido que solo por recomendación del sanedrín panista, Calderón pudo ingresar a la Escuela Libre de Derecho, en la cual nunca fue un alumno destacado y sí un sujeto lisonjero que granjeaba números mediocres usando labia y adulación.

Jamás fue llamado por los grandes despachos o las instituciones públicas por sus dotes jurídicas, y su breve paso por uno de los bancos que quebrara en la década antepasada, fue lo único que pudiera llamarse desempeño profesional. 

Gabriel Reyes Orona Gabriel Reyes Orona Publicado el
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En efecto, es bien sabido que solo por recomendación del sanedrín panista, Calderón pudo ingresar a la Escuela Libre de Derecho, en la cual nunca fue un alumno destacado y sí un sujeto lisonjero que granjeaba números mediocres usando labia y adulación.

Jamás fue llamado por los grandes despachos o las instituciones públicas por sus dotes jurídicas, y su breve paso por uno de los bancos que quebrara en la década antepasada, fue lo único que pudiera llamarse desempeño profesional. 

Lo suyo en la “Libre” fue la oratoria. Sí, aun contando con una voz poco potente y llena de variaciones tonales conocidas como “gallos”, año con año, era el primer anotado en el concurso de una escuela con apenas algunos cientos de estudiantes. No obstante, es público y notorio que en esta década la calidad del discurso oficial ha llegado a sus niveles más bajos y aún sigue escarbando. 

Por eso, al ser insostenible ya su situación de estudiante perpetuo, financiado por Acción Nacional, se empeñó en llegar a lo más alto en un partido testimonial al que nadie pelaba, hasta que Salinas de Gortari y “El Jefe” Diego pactaron que el albiceleste fuera el aliado bien pagado del tricolor. Sin saberlo la jugada salinista le cambiaría la vida.

Por eso, para cuando comenzó a existir interés en el partido azul a finales de los noventas, él ya llevaba un par de décadas de ventaja en preparación de engrudo y pinta de paredes. 

Su trayectoria y el hábil manejo de “El Jefe”, lo hicieron el candidato ideal para ocupar un sinnúmero de posiciones partidarias interesantes y de “primera vez”, salvo aquellas que eran rentables negociaciones de asuntos públicos y privados. 

Esta situación lo encolerizaba, por eso hizo que los despachos del salinato –a excepción del de Gómez Mont– no pudieran ver ahora la suya. Sí, a final de cuentas se cobró, pero en un juego que todo mundo sabe tiene revire. 

Pero parece que en esta ocasión ha tenido razón, comenzando por los precandidatos del PAN, pasando por la “diferente” y terminando en sus aspirantes al congreso. Prevaleció la falta de talla política, preparación y hechuras. Y por eso, el tercer sitio lo tienen bien merecido. 

Claro está que los candidatos podrán decir que su inefable gobierno los mandó a la guerra con la peor caída del PIB en varias décadas, con el margen bancario más injusto del mundo, con un desastre operativo y financiero en Pemex, con las reservas de Banxico y del IMSS que no pasan la prueba de la risa. Pero sobre todo, con la peor masacre civil. 

Las cifras extraoficiales superan por mucho los 100 mil muertos, mientras las  “oficiales” insisten en solo admitir 70 mil.

Si a candidatos pigmeos le sumamos un gabinete enano, funcionarios autistas y la corrupción como pandemia, el resultado era evidente, aunque Maderito se quiera aferrar a una inequidad fabricada desde el CISEN, con supuestos excesos financieros de los partidos, los cuales, dicho sea de paso, es un pie del que todos ellos cojean. 

A la distancia es quizá difícil recordar que en 2006 obtuvo la constancia tras el proceso más sucio de la historia desde el porfiriato, y que la preferencia fue decidida no por sus miras, alcances y altura política, sino por la torpeza tricolor de nominar a un candidato impresentable.

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