El pasado 21 de septiembre, durante la apertura del debate de la Asamblea General de la ONU, el secretario general, Antonio Guterres, pronunció un discurso ante los líderes mundiales que, seguramente, pasará a la historia.
Al iniciar su intervención, Guterres comentó: “Estoy aquí para hacer sonar las alarmas. Nuestro mundo nunca había estado más amenazado o más dividido. Estamos al borde del abismo y moviéndonos en la dirección equivocada. Nos enfrentamos a la mayor cascada de crisis de nuestra vida. Estamos —dijo— ante la mayor prueba de fuego desde la Segunda Guerra Mundial. Y la humanidad tiene que tomar una decisión difícil y urgente: retroceder o avanzar (…) El mundo debe despertar”.
Guterres alertó que el mundo ha fracasado en la lucha contra la pandemia de COVID-19, que no hemos sido capaces de controlar la crisis climática, que la violencia y la creciente violación de los derechos humanos siguen frustrando la paz. Y que el aumento de la división entre ricos y pobres, así como entre bloques geopolíticos amenaza con polarizar a nuestras sociedades.
“La solidaridad está ausente, justo cuando la necesitamos. La humanidad vive una profunda crisis de confianza. Hemos perdido la fe en los gobiernos y en sus instituciones. Las promesas no tienen valor si la gente no ve resultados en su vida diaria. Y la falta de resultados crea un espacio para algunos de los impulsos más oscuros de la humanidad”, manifestó.
Para enfrentar estos enormes desafíos, Guterres presentó el documento titulado “Nuestra Agenda Común”, que reúne un conjunto de recomendaciones de política pública que deberán ser adoptadas e implementadas de manera inmediata por los Estados miembros. “‘Nuestra Agenda Común’ es, ante todo, una agenda de acción pensada para acelerar la implementación de los acuerdos existentes, incluidos los Objetivos de Desarrollo Sostenible”. Para ello, establece seis cambios claves a nivel global que vale la pena enumerar aquí:
Primero, volver a apostar por la solidaridad mundial y hallar nuevas formas de trabajar, codo a codo, por el bien común. Segundo, renovar el contrato social entre los gobiernos y la población, y dentro de cada sociedad, para restaurar la confianza y abrazar una concepción amplia de los derechos humanos. Tercero, poner fin a la “infodemia” que asola nuestro mundo, defendiendo un consenso común y empírico en torno a los hechos, la ciencia y el conocimiento.
Cuarto, corregir una falla mayúscula en la manera en que medimos la prosperidad económica y el progreso. Quinto, pensar a largo plazo, a fin de hacer más por la juventud y las generaciones venideras, y prepararnos mejor para los desafíos que tenemos por delante. Por último, tener un sistema multilateral más sólido, más interconectado e inclusivo, cuyo eje sean las Naciones Unidas.
El secretario propuso celebrar una Cumbre del Futuro con el objetivo de construir un nuevo consenso global sobre cómo debería ser nuestro futuro común y las acciones que tenemos que hacer hoy para crear las condiciones para que se convierta en realidad.
Considero que el mensaje del representante de la ONU no solo es oportuno, sino que pone sobre la mesa los principales retos que tenemos como humanidad. La pandemia nos ha demostrado, como nunca, que no puede haber desarrollo económico sin equilibrio y sostenibilidad, y que esta puede ser la última oportunidad para rectificar el camino, no para regresar a como era antes, sino para sentar las bases de un futuro mejor.
Por lo que nunca, como ahora, será tan determinante para nuestra supervivencia como especie, demostrar la capacidad racional que tenemos para llegar a acuerdos, tanto sobre los hechos, como respecto al mejor curso de acciones a tomar. De ello dependerá la posibilidad de coordinar acciones colectivas para tratar de evitar un escenario apocalíptico.