De la culpa a la responsabilidad

Genaro Mejía Genaro Mejía Publicado el
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“Aprende la regla de un líder: Toda falla es tu falla”, le dice Hopper, el saltamontes, mientras pega su cara amenazante a Atta, la asustada princesa de las hormigas, en una escena de la película Bichos, que he visto con mi hijo Daniel algunas decenas de veces.

Es como si el gesto enojado de ese bicho y sus duras e implacables palabras estuvieran dirigidas a mí: “Todo es tu culpa”.

Muchas veces, a lo largo de más de 20 años de carrera dirigiendo equipos de periodistas, me sentí culpable por todo lo que ocurría con ellos: flojera, procrastinación, falta de entusiasmo, enojo, fracaso, depresión…

Un día ya no pude más y tuve la certeza de que no iba a lograr cambiar a ese equipo tóxico jamás. Y ahí empecé a echarle la culpa a todo y a todos: a mi jefe, a mi equipo, a los líderes de las otras áreas, a la crisis de los medios…

Dejé de disfrutar mi trabajo, me costaba levantarme de la cama y mi esposa siempre me veía llegar a casa destruido, entre enojado, frustrado y a punto del llanto. Me refugié en el papel de víctima. Y ahí me quedé un buen rato.

En lugar de tomar acción, me dediqué a quejarme, a lamentarme. Debí renunciar, pero no lo hice. Mi autoimagen como el gran líder que siempre quise ser se fue a la mierda.

“No es lo mismo responsabilidad que culpa. La responsabilidad reconoce que, incluso si no tienes un control total sobre lo que sucede en tu proyecto, es tu proyecto y tu trabajo es cuidarlo”, dice Chelsea Troy, una ingeniera en software de Mozilla.

Pero hasta cuando logras dejar la culpa y te haces responsable es necesario poner límites para no destruirte a ti mismo.

“Cuando la balanza se inclina hacia exceso de responsabilidad, tanto el líder como su equipo sufren. Los líderes demasiado responsables pueden sentirse constantemente sobrecargados y abrumados, lo que lleva al agotamiento. Los líderes con un sentido de la responsabilidad hiperactivo también pueden desempoderar a otros y reducir su confianza en sus propias habilidades”, advierte la coach ejecutiva Dina Smith en un artículo de Harvard Business Review.

Es como pasa en un matrimonio donde los dos se culpan del fracaso, se gritan, se insultan y hacen aún más terrible la situación. Uno le exige al otro que cambie, en lugar de cada uno asumir su responsabilidad y buscar solucionar lo que le toca, que es su propio comportamiento.

Ahora lo sé con certeza: fui un mal jefe y un peor líder. No supe cómo gestionarme a mí mismo, mucho menos cómo gestionar a mi equipo y sus emociones. Lo digo ya sin culpa: admito que debí hacerme responsable hace mucho, salir del papel de víctima y tomar acción.

Por fortuna con la pandemia llegó mi oportunidad para cambiar. Cuando me despidieron de mi empleo empecé mi camino para liberarme de la culpa, hacerme responsable y empezar mi reconstrucción interna.

A la distancia aprendí que no podía cambiar a mi equipo, pero sí podía cambiar yo. Hacerme responsable de mis emociones y frustraciones, y dejarlos a ellos hacerse responsables de sus propios problemas.

Genaro Mejía es periodista digital y de negocios con más de 20 años de experiencia y LinkedIn Top Voices 2019

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