Gatopardismo

El arte de la simulación, de la promesa que mantiene la llama de la esperanza, cambios  que juegan con el imaginario colectivo; juego perverso con la esperanza y las ilusiones de aquellos para quienes el statu quo se ha hecho de muchas maneras intolerable. Para éstos las promesas son un aliciente, para la clase política un comercio, un negocio redituable. 

Emilio Lezama Emilio Lezama Publicado el
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El arte de la simulación, de la promesa que mantiene la llama de la esperanza, cambios  que juegan con el imaginario colectivo; juego perverso con la esperanza y las ilusiones de aquellos para quienes el statu quo se ha hecho de muchas maneras intolerable. Para éstos las promesas son un aliciente, para la clase política un comercio, un negocio redituable. 

Se trata de mover un poquito el orden de las cosas con tal de no transformar nada de importancia, de esas reformas vaciadas de contenido que prometen ser el motor de cambio y desarrollo del país, todo ello nos ha vuelto una sociedad de la decepción. Sexenio tras sexenio los mexicanos compramos los sueños de renovación que los políticos ponen en el mercado. Hay un dejo de esperanza inocente en nosotros que nos dice que esta vez será distinto, y de esto se nutre la política del gatopardismo; vive de la denigración de la ilusión.

El asunto sin embargo trasciende el campo formal de la política. Hace unos meses se anunció la creación de una nueva liga del futbol en México. Se hablaba de cambios sustanciales que garantizarían una mejora en el nivel del espectáculo futbolero de nuestro país. Pero con toda la atención que se le dio al tema, a los creadores de la nueva liga se les olvidó un pequeño detalle; para que algo sea nuevo, tiene que ser distinto a su forma anterior. La nueva liga nació muerta; no estaban entre sus lineamientos soluciones a los problemas más graves que la aquejan. Brilló por su ausencia por ejemplo el tema de la multipropiedad. En el futbol como en la política la renuencia al cambio es palpable, demasiados intereses están de por medio.

A juzgar por su campaña electoral, una línea de acción parecida podría ser la nueva política gubernamental de Enrique Peña Nieto. Durante toda su campaña el candidato del PRI buscó vender su imagen como la de un agente del cambio. Ciertamente el regreso al pasado es una forma del  cambio, aunque éste no sea el más deseado por todos nosotros. Entre otras cosas, Peña Nieto no se cansó de enfatizar que seguiría la lucha contra el narcotráfico emprendida por la actual gestión pero que lo haría “de otra manera”. Es una frase vacía, que deja a todos esperando entender en qué consistirá la “diferencia” de su estrategia. Hasta el momento su acción más clara ha sido contratar a un asesor colombiano en materia de narcotráfico. Para trascender el gatopardismo más que contratar a este experto,  EPN podría ensayar lo que en aquel país parece haber sido decisivo: enjuiciar a gran parte de su clase política que estaba vinculada con el narcotráfico. Sin ello lo demás hubiese sido imposible. 

En el tema de los medios de comunicación nuevamente nos encontramos con un camino sin salida. Televisa y Tv Azteca llevaron a EPN al poder, ¿se atrevería éste a pasar una reforma que perjudique sus intereses económicos? Nuevamente improbable. Detrás de la candidatura de EPN existen tantos y tan poderosos grupos de interés que, aun en el ingenuo escenario  de que deseara actuar con independencia, su espacio de maniobra sería prácticamente cero, al menos en las decisiones importantes para el país.

Cambiar para que todo siga igual ha sido una política muy rentable en México.  Sin embargo la sociedad poco a poco cambia y exige más,  la pregunta entonces es: ¿hasta dónde aguantará el país?

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