El reciente Premio Nobel de Economía otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson por sus investigaciones sobre el impacto de las instituciones políticas y económicas en la prosperidad de las naciones, ha puesto en el centro del debate global la importancia de las instituciones para el desarrollo económico y social.
Su investigación demuestra cómo las instituciones inclusivas fomentan el crecimiento económico, mientras que las instituciones autoritarias (exclusivas) perpetúan la pobreza y la desigualdad.
Este enfoque resulta particularmente útil para analizar el sistema de salud en México, que durante décadas ha oscilado entre estos dos tipos de instituciones, con consecuencias directas sobre la equidad en el acceso a los servicios médicos.
Estructuras extractivas
El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en su régimen obligatorio (ordinario) y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), aunque diseñados para ser incluyentes en la teoría, han reproducido estructuras extractivas en la práctica.
Su financiamiento tripartito y sectorial deja fuera a millones de mexicanos sin un empleo formal, y perpetúa desigualdades en la calidad de la atención según la región geográfica.
Ambos sistemas, por herencia, están marcados por la corrupción, la ineficiencia, los tiempos prolongados de espera y un desabasto crónico de medicamentos, lo que excluye a quienes más lo necesitan y eterniza una lógica extractiva en la que los beneficios no son iguales para todos los usuarios.
Fracaso del Insabi
El Instituto de Salud para el Bienestar -lanzado durante el gobierno de López Obrador con la promesa de universalizar la salud- buscaba romper con esta fragmentación.
Sin embargo, su fracaso en la implementación lo convirtió en otra institución que, aunque aspiraba a ser inclusiva, terminó atrapada en las dinámicas extractivas.
El desabasto y la falta de infraestructura continuaron siendo una realidad, agravando las desigualdades en el acceso a la atención médica.
Con la llegada del Órgano Público Descentralizado (OPD) IMSS-Bienestar y ahora bajo la administración de Claudia Sheinbaum, México tiene una nueva oportunidad para crear un sistema de salud inclusivo que abarque a los millones de mexicanos que no cuentan con seguridad social.
Para que el IMSS-Bienestar sea una institución inclusiva, deberá superar varios obstáculos estructurales. El primero es la infraestructura médica en las zonas rurales, históricamente deficiente.
Atención efectiva
No se trata solo de construir más hospitales y clínicas, pintar sus fachadas o adquirir equipo médico, sino de asegurar que estas instalaciones cuenten con personal capacitado, equipos adecuados, un suministro constante de medicamentos y una atención primaria efectiva, acompañada de participación comunitaria real.
Sin estos elementos, y sin el IMSS-Bienestar como eje articulador del sistema nacional de salud, la promesa de un sistema universal y unificado continuará siendo una buena intención.
Otro reto es que el OPD IMSS-Bienestar quede sectorizado a la Secretaría de Salud y se termine con la rectoría “de facto” del IMSS ordinario sobre esta naciente institución.
Para lograrlo, David Kershenobich, secretario de Salud, debe presidir la junta de gobierno del IMSS-Bienestar y tomar las decisiones clave.
Un desafío aún mayor es combatir la corrupción que durante décadas ha caracterizado al sistema de salud mexicano. Las instituciones inclusivas, de acuerdo con Daron Acemoglu y sus colegas, requieren transparencia y rendición de cuentas.
Si no se logra eliminar el mal manejo de recursos y el desvío de fondos en todo el Sistema Nacional de Salud, se corre el riesgo de caer en las mismas dinámicas extractivas que han afectado al sistema por años.
El impacto de un sistema de salud inclusivo no se limita al ámbito social; tiene profundas implicaciones económicas.
Un acceso equitativo a los servicios médicos mejora la productividad laboral, reduce el ausentismo por enfermedad y libera recursos que las familias normalmente gastarían en atención privada.
Desarrollo económico
Además, un sistema de salud que funcione adecuadamente fomenta una mayor cohesión social y contribuye al desarrollo económico a largo plazo.
El IMSS-Bienestar deberá demostrar que puede romper con las dinámicas extractivas del pasado, garantizando que los recursos y servicios estén verdaderamente al alcance de todos los mexicanos, no solo de aquellos en el sector formal o en las grandes ciudades.
Las enseñanzas de los ganadores del Premio Nobel nos marcan el camino a seguir: el IMSS ordinario y el ISSSTE deben dejar de ser instituciones con estructuras extractivas y transformarse en inclusivas.
Además, la unificación de todas las instituciones bajo la rectoría de la Secretaría de Salud debe recuperarse en esta administración. Ese sería un gran avance en el segundo piso de la Transformación.