Un equipo de 23 jugadores y 10 técnicos se convirtió de la noche a la mañana en uno de 113 millones de personas. Los mexicanos hablábamos en plural por primera vez: “nos metieron foul”, “el Maza no debe jugar en esa posición ¡chingao!”.
“El primer partido contra Camerún jugamos bien, los africanos no eran lo que esperábamos, sin meter el acelerador pasamos caminando”.
“Contra Brasil no nos fue mal, para ser el anfitrión, y con Neymar el empate nos supo a Gloria”. Y frente a Croacia, “ahora sí, les demostramos al mundo de lo que somos capaces. ¿Qué pensaban esos cabrones, que por traer a un DT carita nos iban a chingar?”.
Así llegamos a octavos de final, nuestra barrera sicológica nos alcanzó. Los mexicanos nos sentamos frente al espejo de nuestro determinismo futbolero una vez más.
“La mejor manera de pasar es cansarlos”, “hay que meter de cambio a Gio, que primero salga el Chícharo”, “se me hace que ora si debe empezar el Gulit”, “pinche FIFA, nos pone un portugués para que no pasemos”.
Comenzó el partido, “la selección está jugando su mejor partido desde que La Volpe se hizo cargo en Alemania”, “te dije que no iba a meter a Chicharito desde el inicio”, “Rafa está jugando mejor que nunca”.
Un hermoso tiro de Giovani dos Santos y un gol después nos veíamos en la siguiente fase, incluso nos estábamos preparando mentalmente para enfrentar a Grecia o a Costa Rica, es que “ambos equipos venían muy fuertes”.
Memo Ochoa dejaría al sotanero Ajaccio francés para incorporarse al Barca, a Giovani se lo pelean el Manchester City y el United, también había representantes del Milan para checar a Herrera, “¡ya lo leí por ahí goey!”.
La carne asada mañanera se transformó en borrachera dominguera, “qué importa compadre, esto no sucede todos los días, seguro el jefe nos da el día”.
Todos las mexicanas y mexicanos éramos no solo expertos en futbol, ¡eruditos del soccer! César Luis Menotti no nos llegaba ni a los talones. Además coincidíamos en que el trabajo realizado por el “Piojo” era de lo mejor que se ha hecho en los últimos años.
La “raza”, la “banda”, los “fans from hell”, estaban listos para abordar El Ángel, La Diana y La Macro, “había que adelantarse para llegar primero”, comenzaban a circular los primeros “memes” en redes sociales sobre el inminente triunfo del “Tri” sobre la selección de Holanda.
La mesa estaba puesta para incorporarnos, por fin, al olimpo del futbol: ¡Cuartos de final! ¡Los ocho mejores equipos del mundo! Los que por incrédulos no compraron playera ya se alistaban hacia el cajero para hacerse de la pirata.
Cinco minutos nos separaban de la gloria. El mundo, con todo y sus políticos era perfecto, hasta que la selección de 113 millones de jugadores perdió la concentración ante el gozo anticipado.
Un remate de Sneijder en el minuto 87 nos llevaba a tiempos extras, cinco minutos después, en tiempo de compensación, un controvertido penal en contra patea el sueño, volvíamos a hablar en singular y automáticamente dejamos de pertenecer al equipo: “ya valió”, “perdieron”, “Piojo es un pen…”, “sabía que no podían”, “la culpa es de los directivos”.
Estábamos en fuera de lugar.