“Morir, dormir… tal vez, soñar”, el soliloquio de Hamlet explica en esa breve frase parte de ese enigma que resulta todavía incomprendido en la actualidad… ¿Qué pasa cuando cerramos los ojos, nos dejamos llevar por el inconsciente y la mente se transporta a otro lugar que no es este?
Stanislaw Lem hace 55 años exploró en su pluma un mundo llamado “Solaris”, en el que solamente domina un océano, sin aparente avistamiento de forma de vida o planicie de tierra en la cual arribar.
Y aunque no existe un ente material o manifestación física de vida alienígena, tres astronautas que viven en la estación flotante cerca del vasto mar del planeta, empiezan a experimentar un tipo de comunicación inimaginable.
El doctor Kris Kelvin arriba a la estación para investigar los acontecimientos del trío que opera el lugar, pero cuando Kelvin pide razonamiento y explicaciones lógicas, Snaut, uno de los tripulantes le dice “Cuando tú también hayas recibido visitas, comprenderás”.
La primer noche Kelvin cae rendido ante el cansancio, y entre sueños el psicólogo cree ver a Harey, su difunta esposa que en realidad ha venido a materializarse y volver a vivir en Solaris, a través del recuerdo del viajero intergaláctico.
A través de esta premisa Boris Nirenburg, dirigió la primer película para la televisión soviética en 1968, además en el filme de 143 minutos se explora el otro lado de la novela, el cómo el planeta busca confrontar a sus invasores a través de sus memorias, la moral y filosofía humana, evitando la comunicación directa con la entidad oceánica.
11 años después de la publicación del libro, Andrei Tarkovsky dio su versión de “Solaris”, la cual fue ampliamente aclamada por la crítica y el público, llegando a ganar el Grand Prix en Cannes, sin embargo, la cinta es una versión libre de la obra de Lem, siendo lejana a la literatura del polaco.
Y a tres décadas del filme del cineasta ruso, Hollywood retomó la novela para llevarla a la pantalla grande, Steven Soderberg bajo la dirección y James Cameron en la producción.
El largometraje da un acercamiento mucho más fiel a la novela, sin embargo Lem creyó que ninguna de las tres adaptaciones ahondaron lo suficiente en el encuentro extraterrestre metafísico.
“Sólo quería crear una visión de un encuentro humano con algo que sin duda existe, de una manera poderosa tal vez, pero no se puede reducir a conceptos humanos, ideas o imágenes. Es por esto que el libro se titula ‘Solaris’ y no amor en el espacio exterior”, escribió Lem en su portal oficial el 8 de diciembre del 2002.
Es precisamente Kelvin quien renuncia a la locución latina al final del libro, Finis vitae sed non amoris, (El fin de la vida, pero no del amor) para volver a ser un hombre de ciencia y dejar sus tormentos atrás, pero en el fondo la duda seguía ahí.
“Yo no tenía ninguna esperanza, y sin embargo vivía de esperanzas; desde que ella había desaparecido, no me quedaba otra cosa. No sabía qué descubrimientos, qué burlas, qué torturas me aguardaban aún. No sabía nada, y me empecinaba en creer que el tiempo de los milagros crueles aún no había terminado”. Finaliza “Solaris”.