Grecia tuvo el infortunio de creer en las recomendaciones y en los expertos que la OCDE y otros organismos internacionales hicieron llegar a ese país. Hoy, la mitad de los griegos está desempleada o subempleada. Pensar que la ONU hace cálculos serios en materia económica, es como confiar en Zedillo.
Todo pronóstico por debajo del 5 por ciento de crecimiento es una mala noticia, pero aún el 3.5 por ciento vaticinado por la ONU carece de sustento en la realidad. Tras décadas de existencia ese organismo no es sino sillones desvencijados en una salón vetusto, obsoleto y lejano a toda modernidad. Quienes se dirigen al mundo desde ahí, no perciben la austeridad, sino la obsolescencia, el anacronismo y la falta de inversión. Es realmente penoso recorrer sus instalaciones, las cuales parece fueron congeladas en los años 60s.
Sus técnicos son burócratas internacionales que no consiguen empleo en sus lugares de origen y que no pueden colocarse en el mercado abierto de empleadores.
Nuevamente como cada año, los organismos internacionales sucumben ante la tentación de estar en el escenario, sumándose a formular declaraciones no pedidas sobre temas que desconocen, sacando promedios de lo que dicen otras agencias igualmente inexpertas.
El caso de la OCDE es sin duda el extremo, que ya sólo le falta rentar testigos sociales o jueces en concursos de belleza. Más falta hacen en Grecia, donde ya nadie cree en la política nacional o internacional, y donde muchas explicaciones tendrían que dar, porque ahí como aquí vendieron boletos de rifas que sumieron a aquel país en la desesperación, qué decir de España, que aún no despierta de la pesadilla. Ave que cacarea en la calma, pero que emprende el vuelo ante la tempestad.
En efecto, México es un país con profunda tradición “malinchista” pero gradualmente los mexicanos, salvo Graco, han dejado de pensar que todo lo que viene de fuera es bueno, entendiendo que tener un puesto en organismos internacionales lejos está de ser nota buena como administrador público.
Realmente las variables no son halagüeñas, la tasa de interés está presionada por un gobierno que demanda más crédito del que debiera y por empresarios que tienen que financiar el pago de contribuciones para no desaparecer. Nada menos rentable que canalizar el ahorro interno al gasto corriente de la Federación y los Gobernadores.
Nunca en México la medición de la inflación había sido tan teórica. Basta tomar una canasta de una veintena de productos para constatar que la real es de dos dígitos.
Pero el problema urgente es el sistema de ahorro popular, que ya no se puede contener más y que tiene como reten la ineptitud de Di Costanzo. No son más leyes las que evitan los abusos, sino funcionarios que las apliquen.
Otra vez la puerta falsa, reformar las leyes, cuando el tema es fincar responsabilidades a los servidores públicos que protestan cargos para los cuales no están preparados.
Pero seguramente gastaremos en un aparato electoral enorme, oneroso y suntuario, en tanto, el sistema tributario inhibirá el crecimiento.