Fayad o fallar
Las buenas intenciones siempre cuentan, la retórica abona pero lo que juzga son las acciones. Y muchas veces son aquellas, las acciones discretas, las que marcan mayor diferencia que las efusivas.
Mientras el año se va, para unos más lento que para otros, la sombra aterradora de la justicia se abalanza sobre los exgobernadores. Y la ráfaga de la exigencia de justicia y buen mandato estremece a las nuevas administraciones estatales.
Rodrigo VillegasLas buenas intenciones siempre cuentan, la retórica abona pero lo que juzga son las acciones. Y muchas veces son aquellas, las acciones discretas, las que marcan mayor diferencia que las efusivas.
Mientras el año se va, para unos más lento que para otros, la sombra aterradora de la justicia se abalanza sobre los exgobernadores. Y la ráfaga de la exigencia de justicia y buen mandato estremece a las nuevas administraciones estatales.
Por que, por ejemplo, estará muy bien ver al gobernador de Tamaulipas, FranciscoJavier García Cabeza de Vaca, tocar temas binacionales con la embajadora de Estados Unidos en México, Roberta Jacobson, o recorrer las ferias ganaderas de su estado. Pero el problema central de la inseguridad y la corrupción no se han ido, probablemente estén peor que nunca. ¿Y al respecto qué?
Lo mismo con el gobernador de Chihuahua, Javier Corral, que pareciera creer que su llegada es una cura a todos los males del estado con mayor territorio del país.
Y es que pareciera que muchos gobernadores de oposición o incluso de continuación, padecen del “Trumpalismo”. Sí, una especie de triunfalismo combinada con la seguridad de Donald Trump de marcar un parteaguas con su mera llegada al poder. Y no, no funciona así.
A Trump ya le llegó la hora de probar que lo que dijo lo hará. Lo mismo para los gobernadores, les toca cumplir con su parte. Por que, primero los famosos cien primeros días de gobierno, todos acuden a su lado más humilde del quehacer público y político. Miles de audiencias, escuchan a todos los actores de la sociedad, pasan días enteros en la oficina, emiten un claro mensaje de que la nueva administración está determinada a romper paradigmas del quehacer burocrático.
Tampoco faltan las declaraciones de perseguir, investigar y castigar cualquier anomalía en el quehacer gubernamental. Recuerdan aquella añeja añoranza que de jóvenes políticos pensaron y en la autopromesa de ser elegido para servir.
Hasta que las facturas empiezan a llegar. Luego todo se empieza a complicar.
Más allá de Javier Duarte y Guillermo Padrés, para los cuales los nuevos inquilinos de las respectivas casas de gobierno poco han aportado, los escándalos en Quintana Roo, Oaxaca o Durango siguen sin esclarecerse.
Mientras tanto, en Hidalgo, aquel estado cercano pero a la vez lejano al poder y regularmente silencioso, salvo por su equipo de futbol y los pastes, ha empezado a generar un ruido político inusual.
El estado del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, entidad que sirvió de cantera para un círculo de funcionarios y políticos federales que han tomado significativa relevancia, tiene un libreto y un historial de los últimos años que requeriría de mucho valor político para desahogar.
Fue uno de los denominados “underdogs” de la política hidalguense, quien terminó, primero siendo gobernador, y luego, esta semana, abriendo la caja de pandora. Denunciando a través de su secretaria de Finanzas que existía un “gap” en los gastos sin registrar de unos cinco mil millones de pesos durante el mandato del exgobernador Francisco Olvera Ruiz.
Veracruz era una bomba de tiempo, Quintana Roo ha sido el pan de cada sexenio y Chihuahua fue producto del “atásquense que hay lodo, ahorita que esta lloviendo”. Pero Hidalgo, con su mayor proyecto político -OsorioChongdesde el exgobernador y regente de la Ciudad de México, AlfonsoCoronadel Rosal, sigilosamente cayó en la tentación.
No que los demás no lo hicieran, pero uno creería que el riesgo político era muy alto para semejante acrobacia, sobre todo en plena llamarada de la hoguera política nacional.
Sin embargo, el gobernador de Hidalgo, Omar Fayad Meneses, determinado y con la experiencia política necesaria para actuar pragmáticamente ante el panorama sociopolítico, decidió denunciar lo que encontró.
Bravo. Pero, hay que reservarse el bravísimo, por que ahora el exsenador y presidente de la Comisión de Seguridad Pública del Senado, tendrá la disyuntiva si continuar con la disciplina -que parece ser se empieza a generalizar en los nuevos mandatos estatales- de limpiar y quitar las telarañas para consolidar el nuevo modelo de administración pú- blica, o iniciar algo que no culminará. Es decir, esta entre la de Fayad o fallar.