Nuestra historia está atravesada por el imaginario colectivo, esa esfera donde se reúnen costumbres, mitos, versiones de boca en boca, que muchas veces se manifiestan en el habla popular y dan una sentencia con el sabio sentido común.
Lo menciono porque esta semana hemos presenciado como sociedad dos hechos de la vida pública nacional inéditos y de alta gravedad: hemos atestiguado el lujo de un avión faraónico para una empobrecida realidad nacional, y hemos seguido paso a paso el relato del exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, respondiendo en juicio a la acusación en su contra de la Fiscalía General de la República.
Ambos hechos condensan casos de corrupción que dañan principios éticos y jurídicos, y representan agravios para millones de mexicanos. La gente toma una posición sobre ambos; son ciudadanos activos que tienen injerencia en la vida cotidiana. Se equivocan aquellos que piensan que sólo votan cada que hay elecciones y no tienen mayor participación.
Puedo compartir que he recibido múltiples comentarios de indignación por lo que hicieron los gobiernos del PRI y del PAN. Para la gente, la corrupción es una burla y ese es el dato duro que les importa. Esos agravios no se olvidan y no deben olvidarse, por el riesgo a tolerarlos o minimizar el daño que genera la corrupción en nuestra sociedad.
Precisamente por ello respaldo la política didáctica que utiliza el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, en cada uno de sus mensajes para explicar de dónde venimos y a dónde vamos con este gobierno. Apoyo de manera convencida el llamado que hizo para que nuestra gente esté enterada a detalle de ambos casos. El pueblo merece saber la verdad.
Los opositores –y a veces cómplicesno quieren escuchar más del tema, es un espejo que los refleja de cuerpo entero y prefieren romperlo y ser estridentes, sin percatarse que esa falta de sensibilidad es registrada por la gente que quiere ser partícipe de esta limpia de nuestra vida pública de México. Y no hay que confundirse. No hacemos sentencias anticipadas, pero es inevitable escuchar a la gente.
La corrupción trata de no dejar huella, pero están señalados quienes tienen que rendir cuentas. El actual Gobierno de la República ha querido avanzar a pesar de todas esas inercias, adversarios y poderes fácticos, sin quedarse atorado en la investigación del pantano de la corrupción.
Han sido décadas de desvíos y la gente lo sabe, el habla popular lo dice y lo censura. El ciudadano existe y este es un buen momento para retomar el pulso. Esa gente nos representa.
Nuestra ruta es correcta. Coincido a plenitud con el senador Ricardo Monreal en que se debe seguir sin perder trozos de dignidad y sin pasar por encima de las personas.
Lo que hemos visto de este sistema descompuesto que hubo a lo largo de sexenios, no es marginal, es el centro más dañado de nuestro sistema político, que despreció a la gente y se aprovechó de los recursos y bienes de la nación para su propio beneficio. Nuestro ideario es otro. Somos diferentes.