En Cadereyta Jiménez, Nuevo León, la refinería Héctor R. Lara Sosa volvió a ser noticia el 28 de mayo por liberar al aire una enorme cantidad de contaminantes. Si bien argumentaron que estaba controlado, se encontraron concentraciones peligrosas de contaminantes, de hasta 0.3 ppm (partes por millón).
Los informes comparativos analizados por Sentinel 5 mostraron que los niveles de dióxido de azufre (SO2) en algunas áreas de la Zona Metropolitana de Monterrey eran similares a los medidos durante el incidente en la refinería de Pemex. Esto salió a la luz tras la toma de datos autónomos del mencionado satélite el día de la liberación autorizada.
Algunos de los medios de comunicación locales han estado criticando frontalmente a Pemex por sus preocupantemente grandes emisiones de contaminantes a la atmósfera en los últimos meses. Esta polución ha suscitado preocupaciones legítimas sobre sus efectos dañinos tanto en la salud pública como en el medio ambiente. Tanto la comunidad como las autoridades competentes están instando respuestas y acciones decisivas de la empresa para abordar este problema apremiante.
Adoptar un enfoque integral para abordar la contaminación del aire y preservar el medio ambiente exige una consideración justa de todas las industrias que emiten contaminantes, no solo centrando la comunicación política en la compañía petrolera mexicana. Vale la pena preguntarse por qué los críticos centran su atención en un sector y descuidan otros que contribuyen igualmente a los niveles de contaminación dentro de la ciudad.
Considerando promedios anuales o mensuales de análisis de contaminantes, se hace evidente que más allá de un solo día de medición surgen críticas. El área metropolitana de Monterrey tiene regiones contaminadas que incluso superan las emisiones de Pemex, según revelan estos análisis. No obstante, persisten críticas puntuales hacia la corporación petrolera, lo que genera dudas sobre los factores que subyacen a la percepción pública y la atención de los medios hacia fuentes específicas de contaminación.
A menudo surgen dudas sobre las intenciones de los políticos, como Miguel Treviño, alcalde de San Pedro Garza García. Algunos cuestionan si sus esfuerzos para combatir la contaminación por petróleo son realmente sólo una táctica política para promover su búsqueda por otro cargo público en lugar de una verdadera preocupación por un aire más limpio. Esto puede deberse al hecho de que hay otras empresas dentro de la jurisdicción de su administración que emiten contaminantes nocivos como dióxido de azufre, partículas y formaldehído que no están recibiendo la misma atención. Detrás de sus acciones, surgen preguntas sobre las verdaderas motivaciones. Esta divergencia enfatiza la importancia de un enfoque justo para abordar la contaminación.
Desde dos puntos de vista distintos, se puede lograr la interpretación de la forma en que se maneja la crítica. Por un lado, se asocia con la gestión del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, que ha provocado un aumento significativo en los niveles de contaminación del aire en Monterrey debido a su política de independencia energética. La aprehensión por la degradación ambiental se enreda con la resistencia que determinados sectores de la sociedad local presentan frente a esa visión política. Esta fusión de factores impulsa el escrutinio hacia empresas específicas, como Pemex, mientras que otras vías que generan contaminación permanecen sin cuestionamientos equivalentes.
Esto nos lleva a la necesidad de que las mediciones de la calidad del aire en la ciudad sean cada vez más objetivas, sin afectaciones vinculadas por afinidades políticas o partidistas, y que salven las limitaciones del sistema de monitoreo del gobierno de Nuevo León. De este modo, las medidas para proteger la salud humana y de los ecosistemas serán de un modo mejor informado y efectivo.
Twitter: @tonyo_hernandez