El proceso electoral mexicano de 2018, llega en un momento de espasmo político. La administración del presidente Peña Nieto, con sus aciertos y desaciertos ha sacudido a la sociedad. Las expresiones sociales cuantitativas y cualitativas proyectan desconfianza y hartazgo por el quehacer político. Sin embargo, existe un cierto ánimo de indiferencia sociopolítica. Esto es alarmante, no sólo por que la gente sabe que se necesita una reconfiguración del sistema político, si no por que el activismo es casi nulo. Las propuestas alternativas a los partidos políticos no subsisten, son huecas y terminan siendo absorbidas por el statu quo.
La crisis de los partidos políticos se encuentra en su peor momento en la historia contemporánea de México. Las organizaciones políticas carecen de credibilidad y legitimidad. Lo que sobrevive son unas estructuras de organización antañas en un mundo en el que el cosmopolitismo ya empieza a brillar en las preferencias de la sociedad sobre los proyectos políticos de última generación.
Un ejemplo de ello es Emmanuel Macron en Francia y Justin Trudeau en Canadá. Sin embargo, un ejemplo de lo que un movimiento antisistema transformado en partido político que se queda corto al momento de ocupar el poder es el caso de Podemos, en España. Y es que en esencia proyecta lo que podría pasar en una sociedad conservadora como la mexicana. Que cree más en la practica que en la retórica. Por que si bien en México, el segmento poblacional de jóvenes educados representa un reto conquistar este nicho, en una nación con el 50% de la población en condición de pobreza, y en donde la fusión entre la realidad rural y la urbana avanza a paso muy lento, continua siendo el reto más grande para cualquier proyecto político independiente y/o alternativo.
Un análisis a profundidad de la estrategia político-comunicacional de los últimos ejemplos internacionales, lleva a concluir que uno de los pilares exitosos fue la estrategia de organización. Una muy parecida a la Barack Obama en 2008. La movilización- si bien las redes sociales fueron punta de lanza- se logró en un marco dual.
Es decir, por un lado el poder de las redes sociales y por otro el más antiguo de la historia; voluntarios, despliegue de actores y promotores, un nivel de recaudación económica satisfactorio –hoy es falso que la campaña con más dinero gana, Hillary Clinton recaudó mucho más que Trump- y ante todo, el mensaje.
Para que un proyecto alternativo pueda prosperar, el ensamblaje del aparato político debe estar bien definido. Ello incluye el mensaje y la forma. Por ejemplo, la figura del independentismo ha perdido fuerza en la audiencia mexicana por los casos fallidos de gobiernos estatales. Sin embargo, existe una explicación más profunda que se encuentra llena de lecciones para el 2018.
Macron formó y contendió como un movimiento. Es decir, no se basó en la figura propia, si no lo que el representaba. Jaime Rodríguez “El Bronco”, representó a “El Bronco” y una indefinición del independentismo. El hoy gobernador de Nuevo León, ganó por novedad.
La agenda de Macron estuvo de principio a fin clara, hubo plataforma. Temas y posicionamientos muy puntuales sobre política. Europa, economía, asuntos internacionales, el medio ambiente etc.
En ese sentido, en el caso hipotético que la figura pongamos no se encuentra afiliado a un partido, necesita de un mensaje lo suficientemente agresivo para generar el ruido y atención de toda la capa poblacional del país.
Por ello es importante, que la figura represente un movimiento con una agenda clara. Uno de los errores más grandes de la estrategia (o no estrategia) de López Obrador es la indefinición de la agenda.
Si bien su proyecto alternativo de nación generaliza, no es suficiente, sobre todo cuando le preguntan, ¿Ideológicamente dónde estás parado? los ¿Cómo? los ¿Por qué?, socialmente hablando la gente los conoce, simpatiza y los entiende. Sin embargo, el mensaje de AMLO llega a donde, la figura alternativa tiene que llegar, que es al pueblo.
Una figura en movimiento, que represente de verdad un “shift” o un golpe de timón debe generar empatía, positivismo, esperanza, frescura y legitimidad. AMLO solamente es esperanzador.
Por ello que el movimiento, su mensaje y su representante tiene que saber hablar varios idiomas políticos. Saber atraer a los diferentes segmentos poblacionales, explicando y desmenuzando la agenda; sabiendo modular la critica y el ataque.
Esto, es vital considerando que el enemigo a vencer en 2018 no es AMLO, serán los candidatos mismos. Quien centre su estrategia en López Obrador no va a ganar. Lo hará quien proponga y dibuje a los ojos de México, la realidad y la insostenibilidad del sistema actual.
Finalmente, Macron a comparación de Trump utilizó las redes sociales para movilizar y organizar, no sólo para atacar. Cómo influenciar a una sociedad que ya no sabe bien que quiere, pero si sabe que no quiere tiene que ser un punto central de la estrategia política alternativa.
El nuevo capítulo de México tiene que estar escrito por un movimiento incluyente, abierto y perseverante. Un coctel perfecto, que mezcle experiencia, juventud, géneros, practicas ortodoxas y de última generación. Que lo representen actores que se atrevan a exhibir al sistema político Mexicano, que sea de inicio controversial pero al final una figura alternativa. ¿Quién podrá ser? Al tiempo.