El vacío que puede dejar la cultura
¿No les ha pasado? Están a punto de acabar una novela. Les emociona saber qué ocurrirá, pero al mismo tiempo no quieren terminarla, porque después les dará un sentimiento de nostalgia, una especie de resaca, por dar carpetazo a una historia capaz de atraparlos, atormentar sus sueños, capturar sus emociones y desatarlas. Deja un vacío […]
Santiago Guerra¿No les ha pasado? Están a punto de acabar una novela. Les emociona saber qué ocurrirá, pero al mismo tiempo no quieren terminarla, porque después les dará un sentimiento de nostalgia, una especie de resaca, por dar carpetazo a una historia capaz de atraparlos, atormentar sus sueños, capturar sus emociones y desatarlas. Deja un vacío difícil de explicar.
Así sucede cuando productos culturales cesan, o parten a otras vertientes. El peor fenómeno es cuando series con una estructura argumental específica son canceladas, o cuando novelas tardan demasiado tiempo en ser terminadas, o los creadores originales fallecen antes de haberle dado un cierre apropiado a sus narrativas. Otras veces, el final no es lo que esperábamos, o nos deja más dudosos en lugar de tranquilos, o simplemente no cumple con nuestras altas expectativas.
Despedirse es difícil, siempre lo ha sido. Sin embargo, todo muere antes de renacer. Al final sólo sobreviven las memorias. ¿Pero por qué duele tanto?
No perdimos a un familiar ni a nuestra mascota, ni siquiera a las flores de nuestra terraza. Es simplemente una anécdota, una ficción, un sueño, ¿no?
A pesar de ello, nos afecta porque aquellos productos culturales nos acompañaron en algún punto de nuestras vidas, nos enseñaron cosas de nuestra propia existencia o de las de los demás, nos mostraron un rasgo de nuestra personalidad antes oculto o cubierto de otras cuestiones.
Es importante despedirnos, dar un cierre al pasado, para poner una buena cara al futuro. Todo termina. Lo mejor es aceptarlo, seguir adelante. Tener la oportunidad de darle conclusión a las historias. Porque, así como les decimos adiós a personajes que nos acompañaron por momentos alegres y difíciles de nuestras vidas, también estamos aceptando la huida de una parte de nosotros, pronto a esfumarse.
Un caso a seguir en particular para ejemplificar esto es la reciente salida de Game of Thrones, quizá la serie más popular de todos los tiempos. La última temporada de esta historia dejó helados a varios fans. Como consecuencia, un fanático lanzó una petición en la plataforma de Change.org para rehacerla con “escritores competentes”, porque se sentía decepcionado acerca del rumbo de su adorada saga dentro de la televisión. La iniciativa juntó más de un millón de firmas.
La respuesta a este último capítulo de la saga (al menos por televisión) tuvo respuestas divididas entre su amplio séquito de seguidores. Y aunque no fue perfecta, en mi humilde opinión la serie tuvo grandes momentos, pero un ritmo acelerado que afectó las conclusiones. Dejó un sabor agridulce en la boca de casi todos; sin embargo, no de una forma convincente.
¿Afectará al legado de la serie? No lo sabemos. ¿Pero por qué existe tanta gente furiosa con el desenlace de la épica fantástica?
Para muchos, es como si hubieras tirado una cubeta de agua helada a una parte fundamental de su personalidad, sus vidas o su crecimiento como humanos. Porque al final para eso sirve el arte, los productos culturales o los pasatiempos: para darnos una identidad, una vía de escape o de catarsis.
A pesar de ello, ¿de qué sirve estar enfurecidos? Muchas cosas, así como en la vida real, pudieron ser mejores. La gente a veces nos decepciona, ¿por qué las historias no pueden dejar de hacer lo mismo?
El duelo debería de resumirse en la aceptación, para poder seguir adelante con otras cuestiones.
Qué lástima cuando los productos culturales no nos dan la oportunidad de despedirnos de ellos como se debe, o cuando los artistas se marchan de forma muy rápida. Se siente un vacío extraño.
Sin embargo, como cuando muere un ser querido, lo mejor es dejar las cosas ir. Quizá, en un futuro, todo haga más sentido. Recordarán lo bueno o tendrán lamentos de cómo pudieron haber resultado las cosas.
Después de todo, simplemente habrá un cierre. No existe otra opción.