El seductor de la patria

Giordano Bruno lo llama la vinculación y se trata de métodos de seducción de las masas que hoy en día atribuimos a la mercadotecnia. ¿Para qué unir a tu población bajo el vínculo tan frágil del miedo que tan a menudo se convierte en odio? ¿No es más fácil manipular a una población seduciéndola?

Emilio Lezama Emilio Lezama Publicado el
Comparte esta nota

Giordano Bruno lo llama la vinculación y se trata de métodos de seducción de las masas que hoy en día atribuimos a la mercadotecnia. ¿Para qué unir a tu población bajo el vínculo tan frágil del miedo que tan a menudo se convierte en odio? ¿No es más fácil manipular a una población seduciéndola?

Según Bruno el gobernante debe lanzar el vínculo a través de la imagen, el discurso y su figura.  La seducción y la manipulación emergen en la propuesta de Bruno como la base del consenso y la legitimidad, el triunfo de la cohesión sobre la coerción. Si quieres poder, enamora a tu pueblo.

“Pensándolo después… todo eso hubiera parecido absurdo, pero un teatro no es más que un pacto con el absurdo, su ejercicio eficaz y lujoso.” Escribió célebremente Cortázar en Instrucciones para John Howell. Acaso Cortázar no pensaba solo en el pequeño Teatro de Aldwych dónde se sucede la historia, sino en muchos teatros; quizás el de la política, quizás el de la seducción. Como en el teatro de Cortázar, en el teatro de las campañas políticas el objetivo es imponer una fantasía sobre la realidad.

En el cuento del autor argentino el absurdo ya no puede acabar en los confines del teatro sino se expande a un nuevo escenario; el mundo de lo ¿real? Así, el absurdo se vuelve más real que lo real. Seducir al público significa hacerle creer en ese absurdo, transformar el escenario en el único mundo posible e imponer el teatro sobre la realidad.  Impón tu verdad aunque sea falsa.

La seducción es lo que sustrae al discurso de su sentido y lo aparta de su verdad. Dice Jean Baudrillard. Seducir es vulnerar las defensas y crear una realidad alterna carente de sentido. El seductor, para ejercer su fuerza, se presenta como espejo, no un espejo que refleje la verdad sino uno que refleje la aspiración. Reflejo no lo que eres sino lo que quieres ser, solo así el discurso se vuelve irrelevante y la nueva realidad se impone, ve en mi lo que quieres ver en ti dice el seductor a su víctima. Es entonces, cuando los reflejos dejan de corresponderse, que el seductor se aproxima sutilmente a lo seducido, no le hace saber que está allí, le hace más bien creer en la realidad del espejo distorsionado, la víctima no piensa el espejo pero el espejo lo piensa a él. Refleja lo que quieren ver.

En el juego de la seducción electoral, Peña Nieto es quién ha sido más exitoso. El candidato ha entendido que la vieja violencia del PRI ya no es necesaria.

Las campañas poco a poco se vuelven un teatro, el absurdo de pronto parece normal, en ese juego Peña Nieto aparece como el gran seductor de la patria, el falso espejo que se vuelve el reflejo de lo que aspiramos ser. Peña ha destruido el discurso sustrayéndolo de contenido y sustituyéndolo por una imagen, un espejo. Solo dos reacciones destruirán el encanto, superar a Peña en su propio juego de espejos o romper el vidrio y destruir el falso encanto del absurdo. López Obrador ha intentado lo primero y los jóvenes de #YoSoy132 con más éxito, lo segundo. El espejo esta cuarteado más no roto, quedará por verse en estas dos semanas si el espejo esta lo suficientemente blindado para resistir estos embates. La campaña de Peña Nieto depende de ello.

Síguenos en Google News para estar al día
Salir de la versión móvil