Hoy un día antes del 8M podría referirme a mujeres como Nina Simone, Gal Costa, Frida Kahlo, Mercedes Sosa, Virginia Woolf, Selena, Karen Carpenter, Yoko Ono, Josefa Zozaya, Alondra de la Parra, Dorothy Vaughn, Elvia Carrillo, Kate Bush, Soraya Jiménez, Patti Smith, Leonora Carrington, Annie Haslam, Dolores O´Riordan, Nina Hagen, Joan Báez, María del Carmen Mondragón o Nahui Olin, Björk y hasta la doña María Félix, pero son muy accesibles, demasiado conocidas, tantos textos biográficos, ensayos, notas periodísticas, tweets… Vaya, hasta en las plataformas de streaming más populares se pueden encontrar documentales de sus exitosas trayectorias.
Está por demás escribirlo, pero se necesitarían toneladas de papel y litros de tinta para escribir de ellas y de muchas otras importantes y trascendentes; pero es mejor compartirles algo más íntimo y no tan secreto de otras personalidades, obviamente mujeres talentosas, vanguardistas y adelantadas a su época.
Como las mellizas nigerianas Lijadu, que lucharon por una África unida desde el campo de la música como coristas e intérpretes. Defensoras del empoderamiento femenino, desafiaron la visión anticuada de que el lugar de la mujer se limitaba solo a la cocina. En sus prosas hechas canciones hablaron sobre la carente manifestación de mujeres en la música occidental de los años 70 ya que los productores y managers en su mayoría hombres eran obstáculo que las denostaban por miedo y hasta desazón al ser poderosas e independientes y que conjuntamente utilizaron su arte como discurso político, apuntaron sus letras a las causas sociales, expusieron la corrupción política a través de sus álbumes que indiscutiblemente no llegaban a los cerebros de los políticos; en sus interpretaciones clamaban por la necesidad de escuelas, caminos, agua limpia y medicamentos.
Tampoco pueden descartarse a esas heroínas anónimas que comenzaron asistiendo a los galenos en sus labores quirúrgicas y auxiliares, quienes eran las primeras en llegar a las trincheras, a los desastres naturales y bélicos, organizando las brigadas e improvisados campamentos entre escombros para la atención de heridos y ninguneadas por el entonces arcaico machismo de los cuerpos médicos. Con el paso de los años, ellas lograron de estandarizar un oficio a convertirlo en la profesionalización y especialización de su vocación a tal grado que hoy los médicos y personal de la salud en general no podrían brindar los servicios con la calidez, ciencia y humanismo que tienen las miles de enfermeras sin nombre, que no solo alumbraban las oscuras noches bombardeadas.
Este es sólo un ejemplo de muchos del poderío y posicionamiento de las mujeres en actividades que eran exclusivas de los varones porque hay otros rubros que también debemos reconocer, como las mujeres que enarbolan el feminismo en la política regional y nacional, mujeres que desde una visión humana luchan por los derechos humanos y por ende por su género.
Como las excepcionales: Carlota Vargas, economista, política, legisladora, ejemplo de resiliencia y liderazgo femenino en la época en la que el dominio del hombre en el servicio público estaba acotado y se desempeñó en las más altas esferas de los gobiernos federal, estatal y administración municipal.
María Elena Chapa que dentro y fuera del H. Congreso del Estado impulsó reglamentaciones y leyes en favor del género y combate a la violencia intrafamiliar, y que hasta su deceso luchó por políticas igualitarias; rompió el techo de cristal translúcido impuesto por el ridículo y primitivo machismo que la separaba de las altas jerarquías en los poderes locales.
La educadora Micaela Zapata, hasta la fecha directora de una de las escuelas secundarias más competitivas del sistema educativo de las últimas décadas; quien en su juventud participó en el activismo magisterial y formó parte de aquel acontecimiento que derribó a un Ejecutivo del estado de Nuevo León en los noventas.
La maestra Lupita Rodríguez, fundadora y líder de uno de los programas más ambiciosos y vanguardistas de educación inicial, preescolar y primaria del México contemporáneo, mejor conocido como CENDIS, que además a sus 17 años formó parte de las primeras cruzadas para erradicar el analfabetismo en personas en edad adulta.
Debemos reconocer permanentemente a las mujeres como dadoras de vida ya que conciben, alimentan, crían, salvaguardan, educan, moldean la moral de sus hijos y hasta imponen los buenos modales en la mesa y muchas con su participación en la vida laboral altamente productiva, en la política, la academia, en los deportes y demás actividades culturales, profesionales y sociales, hasta el grado de sostener familias enteras a veces sin reconocimiento de nadie.
Mi madre me dijo que no la felicitara por el Día de la Mujer, señaló que en vez de eso debería depositarle un millón de pesos o conmemorar este día tan especial para la humanidad y celebrar a la mujer toda la vida.
Las Lijadu Sisters coreaban revolución, su música se enfrentó con la política feroz del machismo, por eso no es suficiente un single, sino todo su álbum “Danger” del año 1976. Súbanle al volumen a sus altavoces y sientan el poderío de los 20 mil voltios de sus interpretaciones.
Mi admiración y respeto a las mujeres siempre.
En memoria de la activista y promotora cultural Lucero Montes (+)
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