Cuando el presidente Putin se anexó la península de Crimea con el apoyo de más de 400 diputados de la Duma –en la actualidad un “congreso” parecido al de la Dictadura Perfecta mexicana- para satisfacer sus apetitos expansionistas heredados de sus ancestros como Iván el Terrible, Catalina la Grande, Pedro el Grande hasta llegar a Stalin, uno de los peores asesinos conocidos en la historia de la humanidad, entendí que sus sentimientos imperialistas eran parte de una brutal política que hizo de la hoy afortunadamente extinta URSS, un país de 22 kilómetros cuadrados de superficie, el más extenso del mundo ubicado en dos continentes, el europeo y el asiático y que tenía, hasta hace poco tiempo, nada menos que 11 husos horarios, un litoral bañado por 12 mares de 3 océanos, que hace frontera con 16 países y posee la cuarta parte del agua no congelada del mundo.
Putin, al igual que Iván el Terrible –válgase la comparación- otro de los creadores del Estado ruso, ha vuelto a instaurar un gobierno centralizado y oligárquico, el nuevo país de un solo hombre, como en los años patéticos de los zares y de los bolcheviques y más tarde de los soviéticos que impidieron a todo trance el oxigenante arribo de la democracia en donde germina, sin duda alguna, lo mejor del género humano. ¡Claro que la anexión de Crimea hizo que levantarán la ceja los líderes de la Unión Europea, Obama y los funcionarios del Departamento de Estado de los Estados Unidos! ¿Razones? Resulta imposible que la historia vuelva a repetirse.
Cuando Hitler violó el Tratado de Versalles al impulsar el rearme alemán, recuperó la Renania y sus riquísimas minas de carbón y hierro para detonar la industria militar nazi, se anexó Austria y Los Sudetes, ante el terror de un nuevo conflicto armado de dimensiones planetarias que los sepultó a las democracias occidentales en un irresponsable inmovilismo del que tuvieron que salir al estallar la Segunda Guerra Mundial, el Grupo de la 8, en ese momento ya sólo de los 7 porque Putin ya no fue convocado, se reunió para analizar las sanciones de diferente naturaleza que se le impondrían a Rusia de no cambiar su arbitraria posición política que recordaba los peores tiempos sufridos por el hombre.
¿Cómo perder de vista cuando Stalin se anexó Polonia y más tarde Estonia, Letonia y Lituania, para continuar con Finlandia y más tarde con los Balcanes, Rumania, Yugoslavia, Prusia Oriental, Hungría, Checoslovaquia, Bielorrusia y Ucrania?
Stalin sólo se detuvo antes de tratar de engullirse toda Europa, en agosto de ese mismo 1945, cuando Harry Truman ordenó arrojar bombas atómicas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki para provocar supuestamente la rendición incondicional de los nipones, cuando, en realidad, el objetivo de tan brutal agresión consistía en la contención inmediata del avance soviético en Europa, so pena de arrojar obuses semejantes sobre el Kremlin.
Si Putin tiene en la sangre los genes de Iván el Terrible, Catalina la Grande, Pedro el Grande y Stalin, entre otros tantos más de muy triste recuerdo; si Putin ha dado un violento golpe de timón a la naciente democracia rusa hasta destruirla casi por completo; si varios de sus adversarios políticos han perdido la vida en condiciones ciertamente muy extrañas a pesar de haber huido de su larguísimo brazo refugiándose en diversos países europeos; si Putin controla a la prensa por medio de distintas herramientas perfectamente camufladas; si se encuentra severamente coartada la libertad de expresión; si ya empieza a invadir otras naciones; si Putin hoy en día no es más que un tirano como la mayoría de sus antecesores que tiene encima de su escritorio un botón en el que resume su avasallador poderío nuclear con el que podría mover el eje de la tierra de llegar a detonar semejantes artefactos atómicos, es la hora de detenerlo para evitar el macabro resurgimiento de otro líder fascista a principios del siglo XXI. Ya todos teníamos que haber aprendido en que se convirtió el fascismo europeo del siglo XX, por lo que las sanciones deben imponerse con gran rapidez para evitar mayores daños.
Si repasamos las hojas de la historia entonces recordemos cuando Churchill mirando de reojo a Chamberlain le dirigió estas palabras que retumbaron en el parlamento inglés y que merecían estar escritas en letras de oro en sus paredes:
“Os dieron a escoger entre la guerra y el deshonor… Elegisteis el deshonor y tendréis la guerra.”
Al final agregaría: “No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor.” ¿Resultado? En la Segunda Guerra Mundial murieron 60 millones de personas en la inteligencia de que las bombas nucleares se utilizaron sólo al final…
No se puede ignorar que las sanciones financieras y comerciales tienen una hoja de doble filo, una más afilada que la otra. Si por ejemplo, Rusia exporta 130 billones de metros cúbicos de gas a la Unión Europea a través de gasoductos que provienen fundamentalmente de Ucrania, es evidente que se produciría un daño muy severo en la economía rusa de aproximadamente un 3 por ciento de su producto interno bruto. En efecto, así es, cierto, sólo que también se dañaría la economía de muchas naciones integrantes de la Unión Europea que depende en un 30 por ciento de la energía importada del este. Como se trata de vasos comunicantes todos saldrían lastimados. ¿Se va a sabotear la propia Unión Europea sacándose un ojo con tal de detener al nuevo oso ruso que parece ávido de más territorios? No resulta sencillo sancionar a Rusia sin que dichas sanciones, tarde o temprano, reboten en quien trata de imponerlas. ¿Acaso no se han deprimido los índices de Wall Street y de las bolsas europeas a partir del surgimiento de este nuevo conflicto internacional? Sí, de acuerdo, sólo que la apuesta de Putin en la anexión de Crimea ha sido muy elevada y dar marcha atrás a su estrategia le produciría un demérito político en Rusia. ¿Quién perderá más con las supuestas sanciones?
Sin embargo, ¿qué cara pondría el mundo si de repente Putin decide concentrar tropas en Polonia de la misma manera en que lo hizo Hitler en 1939? ¿Y si Putin decidiera invadir toda Ucrania? ¡Claro que es muy sencillo imponer sanciones a quien no puede devolver el golpe, sólo que Rusia si que tiene capacidad para devolverlo por lo que el problema hay que tocarlo con pinzas de las que usan los joyeros suizos! Si buena parte de la economía rusa ciertamente esclerótica, depende de sus exportaciones de energía, habría que diseñar una estrategia inteligente para que el verdugo no se ha conducido a la guillotina…
¿Qué se puede esperar de Putin –un profesional de la mentira- si fue un agente policiaco, un espía soviético en los años de la supuesta dictadura del proletariado? Cuál es la formación política de este líder mundial de quien de una u otra manera depende la suerte de la humanidad? Pobres de los rusos que jamás han bebido el elixir de la democracia, porque no sólo no ven las posibilidades de que la disfruten en el corto plazo, sino que con un tirano a la cabeza todos los escenarios parecen complicadas para ellos… ¿Y el mundo…? ¡Cuidado: el oso, que viene el oso…!