“Es menos divertido oír hablar a otros de un prestidigitador que verlo uno mismo, pues en el primer caso siempre nos queda un grado de escepticismo, o bien pensamos que la persona que nos habla de él no fue lo suficientemente fina al observarlo”
Georg Christoph Lichtenberg
Ilusión, enigma, asombro. Cualidades que ofrece el séptimo arte cada que nos sentamos en la butaca y se apagan las luces para iniciar la función. Pero antes del cine existió algo mucho mejor que cualquier filme creado hasta hoy: la prestidigitación.
Algo habrá observado Georges Méliès que decidió migrar del ilusionismo al séptimo arte en el siglo 19, transportando sus trucos de magia al celuloide. Lo que buscaba era comunicar y seguir sorprendiendo.
Es así como ahora Alejandro “El Negro” González Iñárritu deja el cine de lado y experimenta con tecnología que apenas está siendo utilizada. Es en la Realidad Virtual (VR, en inglés) que “El Negro” hizo “Carne y Arena”, experiencia que emula una vivencia auténtica y que sólo puede sentirse estando ahí, al filo de la vida o la muerte.
La instalación recrea la travesía de los inmigrantes latinoamericanos que tratan de pasar la frontera de México hacia Estados Unidos por el desierto.
“El secreto no impresiona a nadie, el truco para el que lo haces lo es todo”, le dice Alfred Borden a un niño después de enseñarle un sortilegio en la cinta “El Gran Truco” (2006). Algo así se podría decir de “Carne y Arena”, si se ve detrás de la cortina, se pierde la ilusión.
Lo más importante de este montaje es que sólo puede pasar una persona cada 15 minutos, es una experiencia que no se vive acompañado, que cada quien la desarrolla de manera distinta y es única porque no se puede compartir.
Además no hay forma de fotografiar, grabar o registrar lo que sucede, está prohibido el uso de celulares y para aquellos curiosos que lo intenten, una voz claramente lo recordará desde un altoparlante.
La sensación de vigilancia es inminente, en cada cuarto que se recorre hay cámaras siempre presentes, el Gran Hermano que te observa.
Iñárritu logró producir a puerta cerrada lo que hace una comunidad ecoturística del estado de Hidalgo cuyo nombre no puedo acordarme, en la que realizan la actividad “Burlando a la migra”, que hacen una caminata nocturna que imita el cruce a la frontera, más el maltrato de los coyotes, pasando por vados, ríos y quedando a su suerte.
Cuando Robert Angier acude a ver el acto maestro de Alfred Borden “El Hombre Transportado”, el cual consiste en aparecer y desaparecer de un extremo al otro del escenario, Angier queda tan sorprendido que solo dice “Es el más grande truco de magia que he visto”.
La instalación “Carne y Arena” es “El hombre transportado”, es algo que va más allá del VR, es prestidigitación.