Una marea rosa pintó el Zócalo de la Ciudad de México. Más de 90 mil ciudadanas y ciudadanos estuvimos ahí por nuestra voluntad, ejerciendo nuestro derecho a la libre manifestación.
Van varios días que desde el púlpito mañanero menosprecian, minimizan y critican las voces de las y los ciudadanos que acudimos al Zócalo a defender nuestra democracia y nuestras libertades.
Los señalamientos demuestran la molestia que causó que el Zócalo estuviera en su máxima capacidad, lo mismo que las calles que lo rodean. Subestimar nunca es bueno.
Son tan predecibles los de este régimen, que desde el pasado domingo cuando se llevó a cabo la concentración ciudadana, sabíamos que seríamos expuestos en la mañanera. Ya nada nos sorprende.
Así que por más señalamientos, por más exposición de nuestra imagen, la satisfacción del deber cumplido nadie nos la quita, porque hicimos lo correcto, y lo correcto es estar de lado de la Constitución.
Una Carta Magna al que el partido mayoritario ha buscado reformar a modo para beneficiar a un solo hombre, y no a toda una nación.
La ciudadanía está despierta, está convencida de salvaguardar su voto, de impedir la destrucción del Instituto Nacional Electoral (INE), porque como dice su slogan, “es de todas y todos los mexicanos”.
Era impresionante ver a los jóvenes, niñas, niños y adolescentes, adultos mayores, hombres y mujeres libres, que por convicción y autonomía replicaron a una sola voz: ¡El INE no se toca!
Una verdadera fiesta ciudadana. Todas y todos lo que estábamos en la plaza más importante del país queremos un México libre y democrático.
El llamado Plan B no solo destruye al INE, sino que es el comienzo de la destrucción de nuestras libertades, de nuestros derechos y de nuestra democracia, que sin bien no es la mejor, tampoco podemos permitir que se sepulte.
Acudimos al Zócalo porque no queremos un país como Nicaragua, no queremos dictaduras que desde este gobierno se condecoran o se guarda silencio frente a ellas.
Queremos un México libre. Queremos niñas y niños que sepan que viven en un país con ejercicio de libertad de expresión y del resto de las libertades.
Hoy a la Corte corresponde resolver sobre la inconstitucionalidad de estos caprichos plasmados en un reforma, es a las y los ministros a quienes les toca cerrarle el paso al autoritarismo.
Confiamos en la Corte, pero sobre todo, confiamos en que las voces de la ciudadanía será escuchada por las y los ministros, quienes sin duda harán valer la Ley.