Los estadounidenses se han acostumbrado a la beneficencia del Gobierno. ¿Cuál será el costo del dinero gratis?
Hemos hablado anteriormente de la irresponsabilidad de la política económica estadounidense durante los últimos años, desde antes de la crisis de COVID-19, el Tesoro de los Estados Unidos ya arrastraba un fuerte déficit fiscal que se acentuó en la administración de Donald Trump: en 2019 se incrementó a un billón de dólares.
Sin embargo, la crisis sanitaria que se agudizó el año pasado y llevó a un cierre económico parcial en todo el mundo, orilló al Gobierno a impulsar un aumento sin precedentes del gasto fiscal, el cual ha alcanzado los 6.5 billones de dólares debido a los estímulos otorgados para rescatar a la economía, superando a los 4.2 billones que se gastaron en la crisis de 2008 y similar al gasto ejercido por la Segunda Guerra Mundial.
La Reserva Federal ha sido cómplice de este fuerte impulso en el gasto deficitario gracias a las grandes cantidades de deuda gubernamental que ha comprado. Si bien hemos observado una disminución del ritmo en el gasto, es muy probable que en 2021 el déficit supere los 3 billones de dólares; sin embargo, como lo mencionamos en el artículo anterior, este gasto excesivo no ha detonado un crecimiento económico.
Pero, ¿en qué está gastando el Gobierno?, los estímulos han sido destinados a subsidios por desempleo, rescates a empresas, infraestructura, y cheques de apoyo para todos los estadounidenses. En este último caso, dinero gratis que reciben sin producir nada a cambio, y que la intención del Gobierno era que se utilizara para gastarlo en bienes y servicios, pero un porcentaje de ese dinero se filtró a especular en el mercado de valores.
Los ciudadanos se encuentran cómodos con ser beneficiarios del Gobierno, incluso para algunos les es más rentable recibir subsidios que buscar un trabajo en el que tendrán menor retribución. No obstante, la mayoría desconoce las consecuencias que trae un aumento persistente del gasto público en las finanzas del país, además del impacto en la inflación, menor crecimiento, y baja productividad, entre otras implicaciones.
Uno de los principales problemas que genera este fenómeno es el aumento de la desigualdad social. La fuerte inyección de liquidez trae como consecuencia una escalada en los precios: la inflación, y afecta principalmente a las clases bajas y medias, quienes verán mermado su poder adquisitivo; pero en el caso de los más ricos, estos serán favorecidos por el aumento de precios en los activos del mercado de valores.
Desde hace más de una década, la economía estadounidense depende del gasto público y de la expansión monetaria, esto los ha llevado a perder impulso en la productividad. La intervención gubernamental ha sido la responsable y con el COVID-19 se ha acentuado aún más este efecto, en donde las empresas y los ciudadanos han aumentado en gran medida su grado de dependencia con el Gobierno, y ha crecido de manera considerable el número de estadounidenses que viven con la esperanza de recibir dinero gratis, aunque esta complacencia traerá consecuencias en el largo plazo, porque alguien tendrá que pagar la deuda y será con los impuestos de la gente trabajadora.
Humberto Calzada Díaz, economista en Jefe de Rankia Latam