Una militarización en momentos cuando la tendencia es que los soldados empiecen a volver hacia sus cuarteles puede ser muy peligrosa.
Por ello la determinación de colocar a un militar en el C-4 de San Pedro, en lugar de un hombre con las credenciales de Pablo Tamargo o Roberto de Hoyos, ambos de la IP, provocó una serie de opiniones encontradas ayer entre autoridades municipales, empresarios y militares.
Y es que la política de la Federación, así como la del Estado, es que el crimen organizado continúe siendo repelido regularmente, pero sin topetones en las calles o anuncios estridentes, como los que hacía el expresidente Felipe Calderón llamando a la guerra constantemente.
Es decir, hay una intención de que las políticas suavicen la precepción de inseguridad y violencia para que ésta sea una lucha de baja intensidad.
Pero de lo contrario, al colocar a un militar en el C-4 de San Pedro, hay quien piensa que se abriría un nuevo frente de batalla en lugar de mejorar el ambiente.
Al llegar un mayor al C-4 tendrá que realizar una limpia en la Secretaría de Seguridad y aplicarse de frente contra el grupo que todavía opera en San Pedro, una célula que habría de recibir órdenes de Héctor Beltrán Leyva “El H” y que apenas el fin de semana pasado levantó y golpeó a un narcomenudista.
Por ello, el solo hecho de poner ahí un militar, Diplomado del Estado Mayor, muchos lo perciben como un reto a la delincuencia –por la actitud frontal de los integrantes de la Sedena- y habrá que esperar si ese grupo no reacciona de manera violenta.
En pocas palabras, están militarizando un área que el exalcalde Mauricio Fernández mantuvo no solo con puros civiles, sino con informantes de la delincuencia organizada, lo cual suena a choque de trenes.
Reacomodan juzgados
A una semana de tomar posesión el presidente del Tribunal Superior de Justicia, Gustavo Adolfo Guerrero, desde este lunes iniciaron una serie de reacomodos en el Poder Judicial del Estado.
Sillas, estantes, escritorios y personal de juzgados de lo familiar, fueron reasignados en los espacios físicos en los pisos seis y siete del edificio del Poder Judicial en el centro de la ciudad.
Los juzgados orales también fueron reacomodados y ahora donde antes había un gran juzgado, hicieron dos de lo familiar.
En algunos casos los juzgados ya estaban muy reducidos para el personal y los usuarios, así que por ello se determinó el cambio mientras se buscan recursos para el plan de la Ciudad Judicial, ahora llamada por el presidente del TSJ, Centro Integral de Justicia.
Eso sí, causó gran caos que muchos ni siquiera encontraban el juzgado al que se dirigían.