Así es, Felipe Calderón abusó de recursos públicos al participar en el armado de un rescate de sistemas bancarios del exterior por conducto del Banco de México, el cual en tan solo un sexenio ha hecho jirones su autonomía.
Es claro que el destino de recursos públicos debiera ser autorizado por la Cámara de Diputados al tenor del artículo 126 constitucional, pero ahí el gobierno federal no contaba con los votos necesarios para desviar enormes caudales a caprichos políticos, o quizá, ahí le resultaban más caros.
Por ello se mandaron al Senado de la República los instrumentos de política fiscal, monetaria y presupuestaria, para desde allá atarle las manos a la autoridad que constitucionalmente cuenta con las facultades financieras.
De tal modo, fue en la Ley de Ingresos y no en el Presupuesto Federal donde en “conferencia” se “etiquetaron recursos” y se desaparecieron varios cientos de miles de millones de pesos, poniendo renglones completos en cero, de forma que al llegar la suma disponible a la cámara baja ésta ya había sido rasurada por la SHCP.
Con la colaboración de diputados clave, se cerraron los ojos ante una burda maniobra, que dejó amplio margen de discrecionalidad al ejecutivo federal sobre enormes sumas de tesorería.
Por esa misma razón, la absurda ampliación de las aportaciones al FMI por parte de México pasó al Senado, para vestir de legalidad una propuesta insostenible lógica y jurídicamente, como es el seguir manteniendo conectado a fuentes de vida artificial al “zombie” de Bretton Woods.
De un solo golpe y para una sola crisis, el FMI jamás nos otorgó un apoyo por la cantidad que sonrientemente Calderón le entregó en una suerte de préstamo-inversión, la cual, no obstante su lejana y remota posibilidad de recuperación, se mantiene incoherentemente como parte de la inflada reserva de activos internacionales.
Ya después de la corderiana tomada de pelo, consistente en considerar un pasivo contingente como activo de reserva, el dar valor a la negra aportación al FMI como inversión, fue cosa de niños.
Lo claro es que se está usando el dinero de los contribuyentes de varios países para afrontar los excesos de otros países, quienes se autoconsideraban desarrollados.
Esa consideración estaba solo basada en una fortuita ubicación geográfica, sí, en la vecindad con los efectivamente miembros del primer mundo.
Pero, le guste a quien le guste, la salida del dinero carece de sustento legal, y lo peor es que seguimos atados al cadáver de un caballo que no llegará a ningún lado. Ello nos vuelve parte de un problema que no verá su fin sino hasta que se extingan el FMI, la OCDE y el Banco Mundial.
Ayer se rescataron bancos de casa. Hoy, los de otro país.