El arrastre de Meade

Rodrigo Villegas Rodrigo Villegas Publicado el
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Hace dos semanas en estas mismas páginas escribí acerca de el arte del engaño del presidente Peña Nieto para con todos, incluidos los suyos, sobre el “tapado”. Sugerí que habían dos posibilidades. La primera, era que detrás de la sonora nube acrecentada en las últimas semanas de José Antonio Meade podría haber un tapado inesperado. La segunda, era que el presidente quisiera crear esa ilusión, por diversas razones, pero que al final el ahora ex secretario de hacienda fuera el elegido.

Y luego, llegó el lunes y en efecto, tras horas de nerviosismo en las altas esferas del gobierno federal con rumores suspicaces de movimientos en el gabinete, el presidente salió a dirigirse a la nación anunciando cambios en su gobierno, siendo la renuncia de Meade a la Secretaría de Hacienda la más importante por sus implicaciones políticas. El elogiado servidor público, sobreviviente transexenal, el bonachón, aún así no militante y externo al partido del general Calles era el elegido por el comandante supremo de las Fuerzas Armadas para ser el próximo candidato del oficialismo a la presidencia de la república.

Dos días después, ya cumpliendo con el tradicional desfile por los pasillos de los diferentes sectores del PRI y de placearse por los estudios de radio y televisión, viene lo bueno. Y eso es, intentar ganar una contienda histórica y que de entrada no le favorece, ni en números, ni en condiciones sociales, políticas, económicas e internacionales como las que vivimos.

De entrada, Meade tiene que llegar con el menor número de raspones a la Convención Nacional de Delegados del 18 de febrero del próximo año, en donde se dará a conocer al candidato oficial del PRI. Y esos raspones, vendrán tanto de dentro cómo de fuera, para bien o para mal; política es política. Porqué el efecto Meade no sólo dejó por sentado que no se necesita estar al frente de las encuestas de un partido para ser el candidato, sino que además se puede ir en contra de una de las lógicas políticas más antiguas, que es la de el poder de movilización y organización de las masas para conquistar el trono o en este caso la silla.

Ese es el verdadero reto de quién coordine, asesore y administre la campaña de José Antonio Meade. Estoy de acuerdo, en que a todos les gusta un “underdog” o “contendiente más débil”, pero no estoy convencido de que en la situación social actual de nuestro país esto aplique. (Nótese el caso Zepeda en el Estado de México, casi, pero no le alcanzó)

Al respecto dos anotaciones. La primera es que, tras cuatro secretarías, y estar hasta ahora libre de escándalos, son características muy buenas, pero no haber sostenido un cargo de elección popular- por mínimo que sea- es una debilidad que tendrá que ser resuelta rápidamente. Tendrá que aprender de cero a hacer campaña. La segunda es que, Meade no llega en las condiciones que Peña Nieto llegó. Con una marca propia, con una organización y movilización de gente no vista desde hace décadas, acompañada de un PRI que se preparó doce años en la banca para regresar a Los Pinos.

Meade todavía no es marca, tiene a un competidor- Andrés Manuel López Obrador- que no sólo es una marca, es un movimiento y un partido que lleva más de una década haciendo campaña, organizando y movilizando masas enteras. Uno pensaría que el PRI le va a hacer esa parte de la chamba pero la realidad es que el tricolor también atraviesa por un momento de crisis de identidad. Aún perdura la resaca de la devastadora derrota de las elecciones de 2016, el Peñanietismo es su peor enemigo y los sectores obrero, popular y campesinos no son lo que una vez fueron. Los descuidaron y hoy más que nunca convencido estoy de que existe un grado importante de recelo en las bases que son las que de verdad saben movilizar y organizar.

Por ello, la campaña de José Antonio Meade, podrá tener el mejor perfil cómo gobernante, pero tiene antes de empezar un reto muy grande. Consolidar su imagen, repensar las formas de comunicación estratégica para adaptarse a los tiempos modernos, sin dejar de lado lo que en el “día D” habrá de contar y eso son votos, votos que tiene que empezar a arrastrar hoy-si es que quiere ganar- y es sólo se puede conseguir a través de la organización y movilización que bien podría estar en manos de los que no fueron. Al tiempo.

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