El afán incluyente

“La pesadilla más atroz es la que nos excluye definitivamente.” 
— Carlos Monsiváis, Los rituales del caos (1995)

El movimiento #YoSoy132 ha sido un suceso en el que, mal que bien, todos hemos estado relacionados. 

Lo digo por supuesto con afán incluyente: el movimiento en sí mismo adopta y apoya conductas sociales –por llamarlas de alguna manera–, que se traducen en infinidad de indicadores, como la lucha social y la manifestación pacífica.

Francesc Messeguer Francesc Messeguer Publicado el
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“La pesadilla más atroz es la que nos excluye definitivamente.” 
— Carlos Monsiváis, Los rituales del caos (1995)

El movimiento #YoSoy132 ha sido un suceso en el que, mal que bien, todos hemos estado relacionados. 

Lo digo por supuesto con afán incluyente: el movimiento en sí mismo adopta y apoya conductas sociales –por llamarlas de alguna manera–, que se traducen en infinidad de indicadores, como la lucha social y la manifestación pacífica.

De tal manera que, cualquier grupo social en lucha –cualquiera que ésta sea y lo que sea que implique en sí misma–, podrá encontrar un eco: el 132 en buena medida supone una reactivación de su propia causa.

No en el sentido en el que esa lucha social ya caducó –las luchas sociales siempre están lejos de ser caducas–, sino en un sentido de recordatorio de que la causa y sus implicaciones aún están lejos de ser cumplidas.

En este sentido, no deben sorprender la Convención Nacional Contra la Imposición en Atenco, realizada el fin de semana pasado, donde se reunieron representantes de diferentes grupos en lucha social, o el Primer Encuentro Nacional #YoSoy132, en Huexca, Morelos.

El afán incluyente, sin embargo, está muy lejos de describir estos dos eventos. En sí mismos, son encuentros que funcionan a manera de puntos de inflexión en donde todos aquellos grupos que participan lo hacen con miras de presentar sus problemas y sus posibles soluciones.

En el caso de #YoSoy132 lo hacen para definirse, delimitarse, siempre tomando en cuenta lo que sigue después.

En este sentido, estos grupos en lucha social no viven en un afán de incluir a los demás grupos, porque se deba hacer. Sino en todo caso, se convoca a diferentes grupos con casos muy específicos que se tocan en un grandísimo tema común: buscar un México mejor.

La iniciativa de ayudar a cientos de migrantes centroamericanos que se encontraron con un camino cortado a la mitad, porque “La Bestia” sufrió un descarrilamiento, hace ya un mes, es un buen ejemplo de esto: el 132 ha sido el movimiento que ha dado cabida y que de alguna manera ha revivido estas luchas sociales, no en un afán por la inclusión, pero sí en una convicción de solidaridad.

El afán incluyente en sí mismo proviene de todas aquellas personas que se mantienen al margen del movimiento. Convencidos de no pertenecerles, pero haciéndolo finalmente, porque muy en el fondo siempre han querido hacerlo.

Me refiero directamente a todos aquellos opinólogos que no dejan de lanzar consejos –disfrazados de críticas– que buscan, a final de cuentas, hacer que el movimiento acabe por funcionar correctamente; lo que sea que eso signifique. El afán incluyente supone, a fin de cuentas, el posicionarse como una herramienta de aspiración al ser reconocido.

En este sentido, el #YoSoy132 ha sido testigo de críticas de medios de comunicación y, sobre todo, de gente que se sabe como al margen de las movilizaciones. Mismos que, en el afán incluyente, lanzan comentarios que van de la mano por ejemplo, de un obedecimiento y pertenencia a López Obrador y a MORENA. 

De una suposición en sí misma, como grupos violentos que rayan y pintan las oficinas públicas y las calles y puentes vehiculares. De grupos intolerantes que buscan quemar el sistema y sus instituciones y sus políticos.

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