El abrazo de la soledad

“No compongo música para películas de autos”, eso fue lo que dijo Bernard Herrmann cuando un joven barbón de 32 años le pidió hacer el soundtrack de su filme.

Fue hasta después de leer el guión de Paul Schrader que el compositor de la música de “El ciudadano Kane” (1941) accedió a trabajar para Martin Scorsese.

Herrmann falleció antes de ver terminado el primer corte de “Taxi Driver”, película que tuvo su estreno en 1976 y se sumerge en el oscuro apartado de la ciudad de Nueva York que a la gente le gusta ignorar.

Hidalgo Neira Hidalgo Neira Publicado el
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“No compongo música para películas de autos”, eso fue lo que dijo Bernard Herrmann cuando un joven barbón de 32 años le pidió hacer el soundtrack de su filme.

Fue hasta después de leer el guión de Paul Schrader que el compositor de la música de “El ciudadano Kane” (1941) accedió a trabajar para Martin Scorsese.

Herrmann falleció antes de ver terminado el primer corte de “Taxi Driver”, película que tuvo su estreno en 1976 y se sumerge en el oscuro apartado de la ciudad de Nueva York que a la gente le gusta ignorar.

Ahí donde las calles se vuelven un nido de maleantes, donde la basura vuela con el viento, donde la noche se marca por la soledad; ahí es donde se ejecutan las canciones de Herrmann, que acompañan las andanzas de Travis Bickle al volante de un taxi amarillo que navega sin rumbo hasta amanecer.

En un periodo de 10 días, Schrader escribió el libreto de la cinta, se rumora que en su
escritorio permanecía una pistola cargada como motivación e inspiración.

El guionista se basó en la crisis de su vida para crear a Bickle, pues acababa de ser despedido del American Film Institute, estaba en proceso de divorcio y había sido rechazado por su novia.

Pasando el tiempo a solas en su auto, pensó que podría ser un taxista, y le heredó a su personaje la sensación del confinamiento social, además de que le añadió un toque de sociópata, misántropo y apático que le dejó su quiebre nervioso por sus problemas personales.

Schrader pensó en el actor Jeff Bridges para interpretar a Bickle, pero el papel recayó en las manos de Robert De Niro, quien ganó 35 mil dólares al personificar al vaquero urbano que cuestionaba a la sociedad neoyorquina de la década de 1970.

El semillero de talento en el que se convirtió “Taxi Driver”, fue otro de los legados que dejó hasta nuestros días. Jodie Foster, Harvey Keitel, Albert Brooks, Cybill Shepherd, más los mismos De Niro y Scorsese, consagraron una carrera en Hollywood sin precedentes.

El largometraje llegó a Cannes y se llevó la Palma de Oro, sin embargo el Oscar se lo arrebató “Rocky” en la terna a Mejor Película.

La revista Film Comment en 2009 preguntó a varios críticos de cine, cuál película debería ser la mejor entre las ganadoras de la presea entregada en la costa francesa, “Taxi Driver” se posicionó por encima de “El Gatopardo” (1963), “Viridiana” (1961), “La dolce vita” (1960), de los cineastas Luchino Visconti, Luis Buñuel y Federico Fellini respectivamente.

En un lugar de la sultana del norte, de cuyo nombre no quiero acordarme, la Maga, tuvo la clarividencia de equiparar el personaje de Travis Bickle a Holden Caulfield, el joven protagonista de “El guardián entre el centeno” de J. D. Salinger.

La soledad, la decadencia, lo superficial, la hipocresía fueron los equiparativos entre ambos desertores de la realidad, para después enunciar “Travis Bickle es, a su manera, el guardián entre el centeno”.

No es casualidad que este 2016, se cumplan 65 años de la publicación de Sallinger.

¿Acaso la misantropía nunca pasa de moda?

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