quellos que piensen que los exdirectores de Pemex ya dejaron de hacer de las suyas, hay que decirles que están más activos que nunca, pero ahora agazapados detrás de sociedades constituidas en el exterior o dentro de proveedores antiguos que compraron en lo oscurito.
Así, Juan José Suárez Coppel dejó el 44 para irse a instalar a una oficina a San Diego, donde Ricardo -su fiel escudero- le lleva a firma los documentos que le permiten seguir disfrutando de las mieles petroleras.
Ramírez Corzo es bastante más obvio que su sucesor, ya que primero engordó a Solar y después lo engulló de un solo bocado, haciendo como que le pagaba al que después de ser su jefe, pasó a ser un vulgar prestanombres.
La pregunta viene a colación porque da cuenta de las preocupaciones que aún flotan en los operarios de contratos de la paraestatal.
Pocos saben que el otrora dirigente universitario de extrema derecha llegó a la posición tras la intervención de Santiago Creel. Carral, que colocó a más de un amigo y pariente con la intervención del corporativista tornado en legislador, promovió intensamente el ascenso de Ramírez Corzo.
Para ello, hurgaron entre los papeles de la contabilidad del organismo con la ayuda de Suárez Coppel y le tendieron la cama con facturas que no le hacían ver bien, para luego endilgarle el producto de la negociación de Gil Díaz con Romero Deschamps.
Así, llegó Zaldivar, el que hacía improductivos los activos productivos, dejando en manos de oportunistas cercanos al otrora senador, bienes ciertamente rentables, hasta que comenzó a dejar de reportar ganancias.
A nadie más debe Ramírez Corzo su súbito acceso a la no despreciable fortuna que le permitió incorporarse con el cartel de Chicago a Oro Negro, y de paso, emparentar con Oceanografía, que es obra del ingenio de los directivos panistas en la petrolera.
Los alegres compadres Creel, Ramírez y Carral, necesitan con la simulada salida de Gil White, alguien que explique una y mil operaciones que pueden emerger de realizarse una auditoría seria en Banamex.
Quién más que aquel que después de cuatro años, salió a decir que daba la cara por su desliz, cuando ya no le quedaba otra. Aunque por los tropiezos del hipódromo aún no ha salido a decir esta boca es mía.
Su divorcio, ejemplar en el uso de relaciones y presiones de naturaleza política, seguro serán notas curriculares buenas entre los panistas que controlan el Senado.
El pacto que logró dar a Morales Gil la estafeta, fue armado por Ramírez Corzo, que bien supo acomodar un sinnúmero de testaferros que siguen cobrando, dado que los nuevos están tan ocupados implementando reformas, que no han caído en cuenta que siguen administrando centavos, mientras otros cosechan los pesos.
La llegada de Creel a la SCJN, resulta condición sine qua non, para que los azules sigan permitiendo el paso de cuanta ocurrencia mal redactada sale de la Consejería Jurídica.
Ahora, sólo será necesario que entregue parte de las llaves a los senadores claves, para que la que Corte se vista nuevamente de azul.