¿Dónde está la piedra?
El arte de la diplomacia ha sido definido de una y mil maneras. Henry Kissinger la definió como el arte de reprimir el poder de otra nación. David Frost, el periodista que entrevistó a Nixon, dijo que la diplomacia era dejar que alguien más lo hiciera a tu manera.
Rodrigo VillegasEl arte de la diplomacia ha sido definido de una y mil maneras. Henry Kissinger la definió como el arte de reprimir el poder de otra nación. David Frost, el periodista que entrevistó a Nixon, dijo que la diplomacia era dejar que alguien más lo hiciera a tu manera.
Tras la caída del muro de Berlín, el papel de los diplomáticos se tornó más complejo, no sólo por vivir en un mundo multipolar y globalizado si no por que las formas de hacer diplomacia de pronto cambiaron y hubo que inventar unas nuevas. En gran medida seguimos en eso, ya que desde Hugo Chávez hasta Donald Trump las bombas vienen en forma de 140 caracteres y ya no son transportadas en aviones caza, sino mediante el pájaro azul llamado Twitter.
No sé si estoy de acuerdo con el legendario general francés Charles De Gaulle sobre el papel de los diplomáticos. Y es que para este, los diplomáticos servían en un clima favorable, pero en cuanto llovía se ahogaban en cada gota de agua. Pero sí creo que algo hay de eso. No es por nada, pero no me imagino qué podrían hacer muchos de nuestros diplomáticos mexicanos premiados políticamente con una embajada en una situación de crisis verdadera. Imagínese usted, querido lector, al exgobernador de Veracruz, Fidel Herrera, cuando fungía como cónsul en Barcelona o a la exprocuradora Marisela Morales en Milán. ¡Chulada!
Sin embargo, hay excepciones y en el debate sobre el perfil ideal de un diplomático con algunas de las mentes internacionalistas más jóvenes y brillantes me he preguntado: ¿Hay que ser un diplomático de carrera para ser exitoso como tal? Mi opinión sigue siendo que no.
En ese sentido, el canciller Luis Videgaray está frente a una oportunidad histórica, una de abandonar la política del “comes y te vas” pero también la de la apatía y lambisconería diplomática con otras naciones para de verdad subirse a la arena geopolítica.
Estados Unidos no fue una decisión o una iniciativa del gobierno federal, fue la necesidad de actuar ante la humillación de Trump.
Y aún así, considero que falta proactividad. Discrepo con quienes auguran que la mejor estrategia es dejar que se siga quemando y desgastando la administración estadounidense y de cierta manera pasarle la papa caliente al próximo inquilino de Los Pinos.
Esa no sólo no es una política de Estado, si no que es política. Y eso precisamente, anteponer el interés político lo que nos tiene como nos tiene. Sin embargo, no soy ingenuo, lo entiendo. Pero también, a ese público le diría que con un año y medio restante de administración federal, Peña Nieto y Videgaray, Videgaray y Peña Nieto no tienen nada que perder. Pueden arriesgarse e intentar las jugadas más audaces que de funcionar les redituarían políticamente, le harían un bien al país.
El canciller tuvo un chispazo de ello antier, cuando el embajador ante la Organización de Estados Americanos, Luis Alfonso de Alba, terminó de ejecutar la postura de México ante la crisis sociopolítica de Venezuela. Tanto le funcionó que la respuesta de Caracas, en especial del presidente Nicolás Maduro, se interpretó como un llamado a México para que lidere un frente regional ante las políticas de Trump.
Hasta ahí todo bien. Pero, ¿y ahora qué?
Por que con esto se prueba que el encontronazo de México con Estados Unidos nos dejó bien posicionados y eso hay que capitalizarlo para desahogar una agenda geopolítica holística y un tanto empolvada. No sugiero una política de confrontación o de bullying pero sí de posicionamiento y liderazgo.
Quizás esta sea una de mis frases favoritas sobre la definición de diplomacia: “El arte de decir lindo perrito hasta encontrar una piedra que aventar”.
México ya lo hizo durante muchos años, es tiempo de encontrar la piedra, porque, como diría Al Capone, puedes conseguir más con palabras amables y una pistola, que solamente con palabras amables.