Dime con quién andas…

El panismo ha vuelto a envolverse furibundamente en el ropaje de denunciante de bajas prácticas en ciertos servidores públicos. Parecen olvidar que cada tricolor acusado por corrupto siempre encontró abogado en las filas del albiceleste. Los peces gordos, los lingotes de oro y los chinos caídos en desgracia siempre resultaron más cercanos a los azules, que aquellos que supuestamente personificaban el mal gobierno. 

No hay gran escándalo que llegue a funcionarios públicos, sin que asomen los despachos a los que Calderón protegió a lo largo de su sexenio. El asunto de Pasta de Conchos y el silenciado asunto de Cananea fue tripulado por aquellos exitosos litigantes que ganaban los asuntos a base de telefonazos desde Los Pinos. Sí, aquellos que se deslizaban por la puerta 4 acompañados de la bohemia y una que otra amiguita. 

Llama la atención de ciertos legisladores panistas que se proponga una ley anticorrupción desde entrante priísmo, cuando en realidad para combatir ese flagelo deben comenzar por revisar la casa, para ver qué tanta arena han puesto en el camión de la impunidad por conducto de sus litigantes.

Cuando Calderón pretendió acusar a los jueces de venalidad, hubo que recordarle que es tan culpable quien tiende la mano, como quienes la untan  con patente corsaria brindada desde las esferas del poder.

Aquel famoso juez y su secretario sorprendido con cuentas multimillonarias, fueron sujetos a proceso, sin que la ineptocracia haya averiguado qué actores o quejosos fueron los que se beneficiaron con las absurdas decisiones de tal juez, quien parece que zanjó importantes disputas en el medio financiero, en las que se involucraban destacados banqueros cercanos al régimen.

Por su parte, Miguel Alessio batalló para convencer al notariado capitalino que no litigaba en el foro distrital y que era fiel a su patente, incluso la defendió ante una Coordinación Jurídica, que inusitadamente extravió el expediente de la queja cuando el personaje fue nombrado en la investidura que le diera su compañero de andanzas en San Miguel de Allende. Ahora, no obstante las constantes derrotas en tribunales, parece querer convencer a su partido de que se trata de un litigante de cepa pura que puede ser considerado para ministro de la SCJN.

No en balde Gómez Mont y Alessio han resuelto apoyarse en su desvencijado jefe, para impulsar carrera propia en busca de la nominación, la cual tendría efecto más allá de esta administración, sí, no les queda claro que  a partir del primero de diciembre el designante competente lo será el electo. Como plan “B” han pensado en J. Laynez, quien fuera rechazado por falta de méritos por la Corte Penal Internacional y en cuyo historial no están precisamente los éxitos contenciosos. 

Sin embargo, Laynez pertenece al equipo de Zedillo, y, su formación ha estado siempre apadrinada por la camarilla del ex presidente, quien recientemente recibiera una muestra más de agradecimiento del partido con el cual pactara la transición, usando gobernadores y maquinaria a la disposición de tal panista de clóset, demandado recientemente en los Estados Unidos.

Pero al margen de la improcedente terna, que debiera ser revisada en controversia constitucional, debemos preguntarnos si acaso las sillas en la SCJN deban ser premios de consolación a quienes son botados por instancias internacionales.