Deuda eterna

Hace varios meses, en este espacio dijimos que la deuda de Pemex sería consolidada con la del Gobierno Federal. No era sorpresa para quien sabe que se puede engañar a los de adentro, pero difícilmente a los de afuera. En efecto, diversas verdades a medias ante instancias del exterior, particularmente la SEC, permitieron colocar enormes pasivos en los mercados internacionales, pero era cosa de tiempo para que los malabares con las reservas petroleras apuntaran a un cambio significativo de tasas.

Gabriel Reyes Orona Gabriel Reyes Orona Publicado el
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Hace varios meses, en este espacio dijimos que la deuda de Pemex sería consolidada con la del Gobierno Federal. No era sorpresa para quien sabe que se puede engañar a los de adentro, pero difícilmente a los de afuera. En efecto, diversas verdades a medias ante instancias del exterior, particularmente la SEC, permitieron colocar enormes pasivos en los mercados internacionales, pero era cosa de tiempo para que los malabares con las reservas petroleras apuntaran a un cambio significativo de tasas.

Los encargados de la deuda nacional, tras el histórico error de exceder el techo de financiamiento aprobado por el Congreso, desconocedores del manejo del financiamiento de éste país, tardaron en darse cuenta que son esas reservas, las que han apuntalado los más disparatados esquemas de colocación de instrumentos internacionales, por sumas que un gobierno prudente no habría colocado. 

Así en la más reciente crisis de la deuda pública, la del 94, se usó un esquema basado en señalar como fuente de pago la factura petrolera. No fueron las medidas draconianas en materia fiscal, ni mucho menos la supuesta disciplina en las finanzas públicas, las que hicieron frente al descalabro provocado al conocerse la verdadera condición de la banca mexicana. 

Lo que una y otra vez ha salvado al país, es que existieron recursos naturales a su disposición para responder por las peripecias de los tecnócratas en el uso del crédito público.

Bastó con comprobar que existían compradores solventes necesitados de hidrocarburos, y que ellos estaban dispuestos a pagar por conducto de bancos europeos, quienes retendrían el pago etiquetado a favor de los acreedores, para que se instrumentara el esquema de garantía que nos sacó de las malas decisiones financieras de Zedillo.

Pero ahora, si Pemex no tiene bajo su control el 100% de las reservas es claro que difícilmente podría sostener el pasivo a su cargo, ya que no puede afrontar siquiera el relativo a sus pensiones. ¿Cómo engañar ahora a la SEC? La tasa de la deuda se iría al cielo, pero lo peor es que ya no tiene crédito ilimitado para seguir en la eterna rueda del refinanciamiento. 

Eso dañaría severamente la deuda pública y detonaría las cláusulas de incumplimiento cruzado, generando una crisis peor que las anteriores.

Hasta ahora se dieron cuenta, después de haber enviado y aprobado la reforma de energía, que no energética, porque si algo nos va a quitar es precisamente energía.

Tras el paso de Limantour, el gobierno mexicano después de dos rondas internacionales para tratar de volver a colocar deuda pública, se percató que el control de los recursos es la clave para financiar el presupuesto público, lo que nos llevó a una expropiación y a una compra forzada, que nos hicieron dueños de Pemex y CFE. 

Cien años después regresamos al punto de partida, pero ahora renunciado al último tramo de renta petrolera y entregando el segmento rentable de la electricidad. Lo malo es que tenemos enfrente la nube negra del ahorro popular y a los mismos funcionarios. 

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