Le atinó, no sé si fue él o el Dr. Videgaray- Pero el acercamiento de un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea hizo que, lo que se tuviera que hacer, se hizo.
No sé si fue a propósito o no, lo que sí sé es que este propósito se puso al centro.
De que México, al menos entre historias, es ese país que está dispuesto a actuar y no solo esperar.
No le daré crédito ni al canciller ni al presidente, pero al que sí le daré crédito es al secretario de economía que, sin interesarle el partido -o por lo menos sin pretender que le interese, hizo lo que tenía que hacer. Sin querer que no queriendo conocer acuerdo alguno.
Donald Trump podrá estar hoy sentado en el salón de Jefferson acompañado del extremoderechista Andrew Jackson, por lo menos hoy en día de un consenso comercial en el que Merkel, Erdogan y Macron estarían de acuerdo.
Y es que no hay que olvidar que hay otra campaña en este país y ese es la guerra con los Estados Unidos. Quizás sea una guerra no bélica pero sí una comercial en la que los EE.UU. está dispuesto a ser sí o sí.
Pero convencido estoy de que otro de los panoramas electorales es que si México y Estados Unidos alcanzaran un acuerdo comercial, como cambiaría el panorama internacional.
Y eso es una esperanza que de acuerdo a un sólo acuerdo comercial se puede dispersar, en tanto a que los aranceles políticos brinden certidumbres electorales no están en peligro de perderlo y más bien de recuperarlos.
Donald Trump sabe, o al menos su asesor John Bolton -el ultraderchista asesor de seguridad nacional- que a pesar de ser un trago amargo de su propia medicina es uno de esos seres que los pone a merced de los rusos, la SVR y de otros extremistas que quisiera ver a algún régimen republicano caer.
Yo no sé que retórica se utilice para finales de noviembre por parte de los demócratas, y no sé si aquellos estados en peligro de extinción se hayan recuperado.
Latinomérica, antes de noviembre, puede llevarlo para bien o para mal, hasta las últimas consecuencias.
Sin embargo, las próximas semanas estarán acompañadas de un séquito de retóricas internacionales. Y sabemos que en ellas nosotros no estamos salvados y tendrán mucho que ingerir en la democracia de Norteamérica.
Por ejemplo, en México, un país no muy distante en el que planeamos construir una barda de más de tres mil kilómetros de largo, el candidato centroderechista Ricardo Anaya, perteneciente a quien bien podrá ser el único combatiente de la extrema izquierdista, tendrá la oportunidad de aprovecharse y quizás de tener la responsabilidad histórica de utilizar todo su prefacio para plasmar el mensaje de la política exterior mexicana debe ser redefinida.
Por otro lado, la aprobación del TPP11, que seamos sinceros tiene un timing perfecto, tiene el aroma de que no es solamente la ayuda al candidato oficial del gobierno mexicano, sino que es más bien la ayuda al candidato que hoy por hoy se ha consolidado como al segundo lugar a pesar de sus brechas derechistas y sus inconformidades izquierdistas para posicionarse como la única opción detrás de AMLO.
Seamos claros, el candidato oficial José Antonio Meade, el más preparado, el mejor calificado para ser próximo presidente de la república, no nos falló a nosotros, le falló al sistema.
Lo que sí podemos decir es que Meade , ese nuevo embajador de nuevos caudillos que podría o no derrumbar cualquier anhelación de que fuera el líder de las izquierdas, aquel que por lo menos llevaría la bandera de los intereses.
Y es por eso que cualquier intento, conversación encubierta, o canal de comunicación secundaria entre el frente y el PRI sería la opción plausible, es más convendría ante todo caso ser ejecutada inmediatamente.
Las líneas, válgame la expresión, se tienen que alinear. Meade no puede continuar comportándose como el segundo lugar no porque no lo sea.
Pero lo que sí puede ser es uno de aquellos kamikaze que vimos en 1944 y que está de acuerdo en dar la vida institucional para salvar el reino de lo correcto.
Esa estrategia, por cierto, no le va mal a ninguno de los dos contrincantes de Juntos Haremos Historia.
Es más, no hacerlo sería el pecado de Anaya aliándose con el PRI. No hacerlo sería el pecado de Meade no aliarse con el PAN pero al final del día AMLO no tiene partido, lo que sí tiene es un ideal. Al tiempo.