Es claro. Andrés Manuel López Obrador huele ya muy de cerca al cincuenta por ciento del electorado que lo ve como su primera opción, de acuerdo a la última encuesta publicada por el diario Reforma.
Y aunque no sabemos si lo alcanzará, eso si, ni Obama, ni Trump, ni Peña Nieto lo tuvieron. Sin embargo, entre más altos los números, más altas las apuestas y todo lo que esté de por medio. Por ejemplo, el encontronazo con el tres veces hombre más rico del mundo unos días antes. Y es que hay que reconocer, que ese encuentro de palabras, lo inició Carlos Slim a sabiendas de lo que la última encuesta arrojaría. Y las acciones del titán de las telecomunicaciones sólo confirman, no sólo que AMLO aventaja en confianza, si no que, a sus detractores les da muestra de lo temerario que es y a sus seguidores los alborota más. Pero los números son números, y son meros indicativos de la intención del voto, aislando el factor x.
Ese factor puede llegar en distintas formas; tropezones, campañas negras, escándalos, enfermedades etcétera. Pero para que de verdad empiece el bailongo tiene que haber música. Y esa música, es el primer debate.
Los debates presidenciales representan una gran oportunidad. En algunos casos resultan ser una bocanada de oxígeno para aquellos contendientes que se encuentran agonizando en las encuestas.
En otros son el gran tropezón en el camino cuando todo marcha muy bien, y también suelen ser la plataforma en la que descubrimos a alguien más como una opción.
En el caso actual, estoy convencido de que este debate podrá ser la prueba máxima de la madurez de nuestra democracia y de nuestros políticos. Más aún, será la última oportunidad de unos, la prueba de resiliencia de otros y la reafirmación de unos más.
Por ejemplo, para Margarita Zavala será una prueba que la proyectará o la mandará a su casa. La ex primera dama, tendrá que salirse de la estrategia de querer recuperar el PAN y de antagonizar a Anaya. Tiene mucho potencial para ofrecer una visión distinta.
Jaime “El Bronco” Rodríguez, jugará- lo crea o no- un papel clave. Y lo hará no por que tenga posibilidad alguna de repuntar o ser el factor sorpresa. Sino, porque es el único que puede hacer que el debate no sea debate, sino una parodia y entonces no importaran las contribuciones de los demás, por más serias que sean. También lo será, por que va a ser muy interesante el duelo mexicanísimo de AMLO con El Bronco, ya saben lo que dicen; “en política, el que se enoja pierde”.
En ese mismo sentido, el personaje que es más probable que haga enojar a López Obrador es Ricardo Anaya. El joven queretano es el que tiene toda la presión encima.
Me explico.
Anaya ha probado ser un gran orador, articulador de ideas y aparte ser bueno debatiendo, quizás sea el mejor de todos. También está probado que es capaz de hacer enojar hasta a los más colmilludos de la política. ¿Recuerda usted, aquél debate en el noticiero de López Doriga el domingo por la noche de las elecciones de 2016? El novato hizo enfurecer al maestro de la política, Manlio Fabio Beltrones.
Sin embargo, eso mismo, a parte de ser, el que virtualmente tiene más posibilidades de remontar, lo hacen el blanco perfecto a batir.
José Antonio Meade, tiene las de ganar. Sí su equipo, no lo hace salir a repartir ataques a diestra y siniestra, y se muestra ecuánime, serio en sus propuestas y sobre todo muestra que bien podría ser el único gobernante elocuente y apela a la realidad; sin ser soso y aburrido, estaría recibiendo una inyección de oxigeno cuando más lo necesita.
Y en cuanto a AMLO, lo único que tiene que hacer es no hablar. También será una prueba de su temperamento y elocuencia, evitar caer en la provocación. Tendrá que, “aunque sea poquito”, decir los cómo de su estrategia de gobierno. ¿Recuerda usted el 2012? Para este punto, Peña Nieto gozaba de al menos ocho puntos de ventaja, y si usted recuerda pasó completamente desapercibido, no se metió en problemas y ganó.
El debate enriquece nuestra democracia y hay que esperar que escuchemos propuestas concretas. Pero sobre todo, este debate será el inicio del final. Entre debatir, discutir y discernir; en esta ocasión para la mayoría de los candidatos será, debatir o morir en la carrera. Al tiempo.