De risa…
Hace un par de décadas Standard & Poor´s, en perfecta línea con los deseos del régimen en turno, mejoraba la calificación crediticia y nos daba el anhelado pero inocuo grado de inversión. La banca se reprivatizó. El tipo de cambio era sostenido mediante incontables maniobras, y un torrente inagotable de tesobonos era mensaje contundente al exterior de “bonanza y estabilidad”. Recién el movimiento zapatista había surgido, tras la firma del Tratado de Libre Comercio, que alineó la economía mexicana a los modos del vecino del norte. El progreso había llegado.
Gabriel Reyes OronaHace un par de décadas Standard & Poor´s, en perfecta línea con los deseos del régimen en turno, mejoraba la calificación crediticia y nos daba el anhelado pero inocuo grado de inversión. La banca se reprivatizó. El tipo de cambio era sostenido mediante incontables maniobras, y un torrente inagotable de tesobonos era mensaje contundente al exterior de “bonanza y estabilidad”. Recién el movimiento zapatista había surgido, tras la firma del Tratado de Libre Comercio, que alineó la economía mexicana a los modos del vecino del norte. El progreso había llegado.
Hoy, todo es diferente, se habla de un tratado comercial con el nuevo gigante del orbe, se colocó deuda a largo plazo con tasas inusitadamente atractivas para el exterior, la reserva de activos internacionales ha contenido la fluctuación del tipo de cambio, la banca se ha relanzado mediante una nueva reforma financiera, pero, sobre todo, la calificadora ha mejorado su calificación a nuestro país.
En el escenario solo está ausente un movimiento social de resonancia internacional, y Chiapas goza de un gobernador que “asume” que su imagen es mercadeable. El aniversario y la pobreza de cualquier modo siguen ahí.
Tras la debacle de la credibilidad de las calificadoras y su infausta participación en asuntos que van desde Enron, hasta la deuda chatarra con garantías inmobiliarias, pasando por la aparentemente olvidada calificación a la deuda de entidades federativas, hoy insolventes, nuevamente aparecen a mercar opiniones para dar nota de ocho. Solo faltaría Lehman Brothers apareciendo como promotor de una nueva colocación de Pemex.
Moodys parece haber aprendido la lección, siendo más cauta, señala claramente un debilitamiento de las finanzas públicas, dado que no es lo mismo recaudar de un cautivo, que tratar de controlar a los enormes y escurridizos titanes de la energía. Es certera además en delinear a los beneficiarios de la reforma, apuntando a Sempra y a las alicaídas empresas españolas del sector.
Después de cada episodio donde hay inversiones derrumbadas, hay cenizas de donde las calificadoras renacen, como si nada tuvieran que ver y nadie recordara sus palabras, ni sus bien remuneradas opiniones.
Claro, aquel régimen era notoriamente distinto, había destronado a un importante líder sindical y se habían realizado reformas constitucionales que parecían imposibles. El artículo 27 se cambió radicalmente, señalando que un torrente de inversiones vendrían, al abrirse la inversión privada en el campo, detonando así la posibilidad de empleos bien remunerados. Con nuevas leyes bancarias que daban certidumbre en la garantía de lo prestado, se abarataría e incrementaría el financiamiento al desarrollo.
De ahí surgió aquel PAN amigo del gobierno y líderes que construyeron el camino hacia la presidencia azul, dejando al gabinete tomar todas las medidas audaces que la tecnocracia consideraba como “estructurales”.
El canto de las calificadoras antes anunciaba tiempos difíciles, pero hoy todo es diferente.