En el momento en que el Pacto por México pasa por una de sus primeras crisis de legitimidad, en Jalisco, la cúpula política discute sobre la posible firma de un pacto similar.
Algunos consideran que más allá de ser un ejercicio de emulación a la política dictada desde Los Pinos, se trata de un intento por recuperar la gobernabilidad perdida en el Congreso del Estado.
Y es que del lado del PRI consideran que la tibia actuación del coordinador de los priistas, Miguel Castro, en poco ha abonado al control que el PRI quiere tener en el estado.
De poco sirvió el esfuerzo del líder priista en el Congreso, por sacar asuntos como el de la Fiscalía General del Estado.
El control -según dicen- se perdió desde antes, cuando el PRI cedió espacios como la Administración y Secretaría General del Congreso.
Y es que en la próximas semanas se vienen decisiones importantes como las designaciones de los titulares de transparencia y el Consejo General del Instituto Electoral. Escaños de intenso jaloneo político entre todos los partidos.
Los cambios en ambas instancias parecen entramparse.
Movimiento Ciudadano criticó la moción presentada por el PRI en tanto que el PAN también ninguneó el intento de alianza. Cada uno parece vender caro su amor al acuerdo.
El apoyo del PAN es fundamental para que los acuerdos definidos por el pacto tengan mayor peso, sobre todo en el Legislativo.
Pues el PRI necesita designaciones con procesos limpios y planchados, que fortalezcan la legitimidad de estos dos organismos que ya nada tienen de ciudadanos.
La moneda está en el aire y una vez más la mano del secretario General de Gobierno, Arturo Zamora, se encuentra detrás de la operación política.
De no lograrse el acuerdo, pierden y ganan todos, aristotélicos y zamoristas.
También pierde el PAN que no tiene mayor capacidad de oposición.
Movimiento Ciudadano gana, pues mantendría su versión de partido libre. Aunque podrían recriminarles la falta de consenso e incluso vetarlos de cualquier negociación de algunos de los espacios públicos en rifa.