El Instituto Central fue obra de financieros ajenos a la tecnocracia, sus años dorados tuvieron al mando a todo tipo de profesionales, salvo economistas. Así es, fue Ortiz Mena el último de los grandes visionarios de nuestras finanzas públicas. Sin embargo, la inercia reputacional ha hecho que quienes nos colocaron en el curso de las crisis recurrentes aprovechen un lustre perdido para implantar todo tipo de ocurrencias.
La llegada de Silva Herzog, de los capos del cartel de Chicago y de toda clase de peralocas procedentes de Rio Hondo, derivó en una estructura financiera exitosa sólo en crear una prensa amaestrada y sensible a las noticias que derivan de declaraciones pagadas a consultores y banqueros de inversión del exterior.
Los resultados están a la vista, a partir del 82, sólo malas noticias para la población y premios para funcionarios que quedan bien en las portadas y en las amañadas estadísticas hechas a modo, que típicamente presentan variables sesgadas en períodos deliberadamente seleccionados.
El crecimiento desde entonces ha sido magro y la concentración de la riqueza se ha disparado. El mini salario no va a desaparecer en las leyes, hace mucho que desapareció de los bolsillos de la clase trabajadora.
Todo tipo de recetas condenadas al fracaso impulsadas por el FMI, el Banco Mundial y la OCDE, derivan en escándalos que abultan las cuentas de ciertas familias y de funcionarios que granjean premios internacionales promovidos por el sector financiero internacional, el cual aquí hace los negocios más jugosos, aunque no de la mayor limpieza.
No obstante que la Constitución dice que el Banco deberá controlar los cambios, hace mucho que la ley secundaria -violándola flagrantemente- le pasó el control a la SHCP al darle mayoría en la Comisión de Cambios.
La heterodoxa intervención sucia en el mercado cambiario, subastando dólares baratos entre intermediarios financieros ha demostrado una y mil veces que sólo hace utilidades en los bancos sin tener efecto en mercados tan delgados como el nuestro. Comprados baratos, se venderán caros a principios del próximo año siendo una medida aberrante que sólo genera incentivos perversos.
La idea no pudo sino venir de la SHCP, ante un banco que tiene un gobernador que sólo piensa en aviones privados, pisos blindados y como abultar su salario y pensión. Aquella austeridad legendaria se murió con don Rodrigo Gómez.
El Fondo Mexicano del Petróleo dará cuenta de lo poco que queda del Banco, una vez que las petroleras le hagan cuentas, en las que lejos de pagar, se les deberá dinero. Mala idea contraponer objetivos.
FICREA es la punta del iceberg. Mal manejado el mercado cambiario y manipulado el INEGI, sólo es cosa de tiempo para que el crédito popular infecte el mercado de las tasas de interés.
El rumor de que los funcionarios hacendarios cambiarán de responsabilidad en breve, les ha dado una visión de cortísimo plazo, lo que ha postergado la toma decisiones, para así seguir aparentando el diestro manejo que nunca existió.