La muerte de una marca es el olvido. Los ídolos deportivos tienen una doble ventaja para ser inolvidables y ostentar una vida permanente, son personajes dotados de una estela de carisma y popularidad de arrastre con sus seguidores, y su destreza técnica tatúa los recuerdos para otorgarle trascendencia. Diego Maradona ya es inmortal en todas las canchas posibles.
El 2020 quedará marcado como el peor año de la historia, no sólo por la pandemia sino por los fallecimientos ocurridos bajo ese estigma. También será recordado porque el 25 de noviembre dejó la vida terrenal a los 60 años de edad El Pelusa, uno de los dos más grandes astros del futbol de toda la historia (hay que orar por Pelé, por favor, cuya salud se deterioró también en tiempos recientes).
Perdóname, estimado fan, pero este columnista deberá hablar de una experiencia personal, pero es a manera de homenaje y porque resulta pertinente.
ENTRE EL CIELO Y EL SUELO
Enemigo eterno de la prensa, Maradona llegó con un semblante relajado a México el 13 de junio de 2000. Vino a recrear su Gol del Siglo. Lo trajo de Cuba, donde se rehabilitaba de sus adicciones, el incansable productor Fausto Ceballos, para el canal de televisión continental Panamerican Sports Network (PSN), que quiso realizar un episodio especial para sus transmisiones de la Copa Libertadores de América, desde México.
Un periodista es tan eficaz como su archivo y las relaciones públicas. Convencido de eso, quien esto redacta le cayó a Diego en el Hotel Royal Pedregal, donde un enjambre de informadores yacía harto, tendido en los pasillos, después de largas horas en espera de cazar al menos un guiño del astro. Este reportero se saltó las trancas —en un mejor momento se explicará cómo— hasta llegar a un hombre de 40 años, con una efigie gruesa, que contrastaba con la grácil de años atrás, cuando como caudillo de Argentina en México 86 logró coronarse campeón del mundo.
Esta primera charla llevó a otra, pero en la terracita de lujo del Periódico Reforma. En diálogo uno a uno, Maradona mostró su afabilidad de cuatro días antes, pero más a gusto, según lo mostró su apetito con los quesos que repartía el camarero en una charolita, ante las miradas atentas de directivos que constituían la plana mayor del diario. El subdirector editorial Ernesto López (hoy vicepresidente de Fox Sports) le dio el espaldarazo al mérito del novel redactor para realizar el trabajo conseguido, que se publicó el 14 (portada e interior) y 15 de junio de 2000, en dos partes.
Diego se sensibilizó de tal manera que pidió a los papás de los niños del mundo cuidar a sus hijos para que no cayeran como él en las drogas. Y se le escurrieron los ojos al hablar con Roberto Gómez Bolaños Chespirito en ese momento, en el celular del espectador activo Roberto Zamarripa, quien acostumbrado a emitir también toques geniales, pero con la pluma, aprovechó el momento para pasarle el dispositivo al entrevistador, al escuchar que El Pelusa se sintió siempre como El Chavo del Ocho. Fue un torrente de valiosa información: el astro demostraba su sangre y su carne, y reconocía por primera vez que metió el Gol con La Mano de Dios. Las agencias internacionales extendieron ese instante originado de forma exclusiva en una redacción de diario, ubicada al Sur de a Ciudad de México. Volvería a este país, para dirigir a Dorados de Sinaloa en 2018, pero ésa ya fue otra historia.
INJUSTOS CLICHÉS GENERACIONALES
Como dice el adagio popular: Santo que no es visto, no es adorado, y si eres millennial o centennial tal vez para ti el mejor futbolista del mundo sea Leo Messi, a quien disfrutas en el presente, pero si eres de la Generación X, puede ser que lo tengas que medir necesariamente con Diego, el más grande incluso para sus propios compatriotas argentinos.
Los nostálgicos de generaciones anteriores reclamarán que Pelé es el bueno, y románticos contreras acudirán a las figuras de Johan Cruyff o Alfredo Di Stéfano. No es que la pasión sea enteramente generacional, pero la memoria juega de primera: recordarás lo que está más a la mano o dejó huella indeleble en ti, cualidad suprema de las marcas poderosas, sobre todo de las que te enamoras.
El naming es el nombre propio de las marcas, y ciertos deportistas trascienden a lovemarks, según la categoría de la personalidad que se trate, acompañada de una inteligencia mercadológica que echa a andar la maquinaria de la felicidad que significa la industria deportiva.
Sucede algo importante con las figuras del ámbito, cuyos nombres personales pueden crecer a marcas por los logros que las hacen destacar, pero el mote deportivo a veces puede resultar aún más poderoso, como en el caso de Pelé, a cambio de Edson Arantes. Sin embargo, cuando no es un apelativo natural, entonces los estrategas del marketing tendrán que aplicar su conocimiento para fabricar uno acorde al potencial del personaje.
DE IDENTIDAD A DEVOCIÓN RELIGIOSA
Maradona fue El Pelusa, que brotó como cebollita del barrio pobre de Villa Fiorito a estrella pibe del Argentinos Juniors que saltó al firmamento. Tras la detonación de Diego como campeón del mundo en México 86, el personaje adquirió un carácter de divinidad, por su trayecto deportivo en capítulos históricos, como el de su consagración en el Estadio Azteca, tras humillar a la orgullosa Inglaterra con el Gol del Siglo, driblando a nueve británicos hasta batir a Peter Shilton, y la mayor trampa posible en el recuento de los Mundiales de futbol, en su anotación ayudada con La Mano de Dios.
El triunfo tuvo una degustación política que se tomó a desquite de la Guerra de las Malvinas. Entonces, bajo tantos apoyos celestiales, Diego, El Pelusa, El Diez, mutó a lovemark bajo el naming de D10S. Apenas cuatro caracteres, con un significante de mucho poder, por el peso religioso que derivó hasta en una religión maradoniana. Los promotores de Messi no quieren dejarlo atrás, y lo llaman MessiAS. Su antagónico portugués tiene la ventaja de llamarse Cristiano Ronaldo y su nickname en redes sociales es @Cristiano y no lleva CR7, como también se le apoda. Nada hay más parecido al futbol que la religión, para mover masas por medio de la fe, y Diego tiene una nueva oportunidad de expiar su desordenada vida fuera de la cancha, otra vez como técnico, apoyado —como le dijo a este columnista en la mencionada exclusiva para el Reforma— en quien considera su mejor mancuerna en las canchas y en la vida: Dios, a pesar de todo.
¿Quién es Héctor Quispe?
Periodista y consultor. Dirige CID Consultoría, casa de soluciones en cifras y contenidos enfocados en el fan y su identidad; es MBA en Dirección y Gestión de Entidades Deportivas, por la Universidad Europea de Madrid, la especialidad de Periodismo Deportivo, por el Programa Prensa y Democracia de la Universidad Iberoamericana. Coordina el Diplomado de Periodismo Deportivo Digital en la Escuela Carlos Septién García, y el de Marketing and Communication for Sports Brands, en la Universidad Anáhuac. Su análisis es consultado por diferentes medios en torno a negocios y deporte: Red Forbes, MedioTiempo, Expansión, El País, Fox News, Telemundo, Foro TV y TUDN, entre otros. Realiza una consultoría editorial en el diario AM de Querétaro, y publica cada jueves en Reporte Índigo.