Qué horrible es vivir en un país en el que constantemente los ciudadanos son amedrentados por las políticas públicas que el Estado emplea. Qué detestable es que para defenderse de este vapuleo se tenga que incurrir en contratar abogados y defenderse contra el gobierno, en el que, por supuesto, impera la corrupción, los moches, los sobornos y la “coperacha pal chesco”, entre otras inmundicias de esta pantanosa burocracia.
Sí, se suspendió el PANAUT, momentáneamente, pero esto sólo es el primer round, nadie garantiza que los biométricos sigan en peligro, de hecho ya lo están, y hubimos quienes sí decidimos enfrentar acción legal con despachos jurídicos, pero nada de esto es una defensa legítima para evitar un mundo orwelliano en México.
Marcelo Ebrard, ¿a quién se le ocurrió en la Secretaría de Relaciones Exteriores que es una buena idea tener los biométricos en el pasaporte? Porque hasta donde tengo entendido, ni siquiera en Estados Unidos se exige el iris para la visa, sólo piden el escaneo de las huellas digitales.
Hace 65 años, Philip K. Dick (gran consentido de esta columna) publicó The Minority Report, cuento en el que claramente el autor externaba sus preocupaciones hacia el autoritarismo; en la ficción existe una división policiaca, en la que tres mutantes predicen todo tipo de crímenes antes de que sucedan, por ende, ahora la seguridad pública arresta con previa orden a los futuros delincuentes, sin darles la oportunidad de perpetrar el delito.
En 2022 se cumplirán 20 años de que Steven Spielberg adaptara la historia corta a película, con el protagónico de Tom Cruise, en el papel de John Anderton, y él, que es ferviente creyente del sistema pre-crimen, pone en tela de juicio su funcionalidad, cuando se le implica como posible asesino, de un hombre que ni siquiera conoce.
Se preguntarán, ¿qué tiene de importante este planteamiento distópico que en el cine ocurre dentro de 33 años? Pues es una ultra alerta roja de que sin deberla ni temerla, el Estado nos puede fabricar el delito que se les antoje, como presuntos culpables, y no tenemos que esperar tanto, esto sucede ahora.
Anderton, como millones de ciudadanos en ese próximo 2054, utiliza con total normalidad el reconocimiento de voz, facial, de iris y huellas digitales, cuando entra a su domicilio para acceder a los datos y registros policiacos, e incluso las tiendas lo saludan por su nombre cuando escanean sus ojos.
Tal vez ahora mismo se leerá esta opinión como ridícula, pero queridos lectores, les invito a la reflexión, porque en la siguiente década, la pelea de la mercadotecnia, el gobierno y cualquier maleante electrónico, estará en minar nuestros datos intransferibles a como dé lugar.
Por ahora es todo, pero esta aberrante historia continuará.
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