Hace décadas los funcionarios hacendarios aprendieron a ser cuidadosos con las cifras, sabían que tarde o temprano sale la verdad a flote. Sin embargo ahora tenemos una compleja realidad con un INEGI de oposición, un Carstens que se sabe fuera de la jugada y con una SHCP que le apuesta a impactos mediáticos de corto plazo.
El problema es que no importa cuánto crezca la recaudación, si esto sucede a costa del crecimiento, del empleo y de la competitividad de nuestra economía. En la edad media, siempre crecía la recaudación, ya que los soberanos no tenían límites y lo importante era llenar las arcas del sector más improductivo, el de la burocracia.
El crecimiento de la recaudación es virtuoso cuando se debe al crecimiento del PIB, vamos, en general, cuando hay más generación de riqueza y en consecuencia, una mayor fuente gravada. Éste claro, no es nuestro caso.
Pero aun así, los funcionarios pueden presentar imágenes distorsionadas de las finanzas públicas y hacer cuentas sin considerar relevantes aspectos del gasto público. En la especie, debe separarse el ingreso proveniente del comercio exterior y restarse el monto de las devoluciones, con sospechas o no por parte de los recaudadores, ya que resulta prudente considerar el neto y no el bruto.
Satanizando a los solicitantes de devoluciones sólo se gana tiempo y se mata el flujo de las maquiladoras y otros actores relevantes en el segmento del comercio exterior, sobre el cual se está sustentada la aparente mejoría recaudatoria.
Pero siempre llega octubre, cuando decir que aumentó lo captado demanda reflejo en lo gastado, y ahí, es donde comienza a verse la triste realidad. Estados y municipios siguen en las mismas o en peores; la canalización a las dos otrora empresas de estado fue más que insuficiente, e incluso, Pemex Exploración y Producción pasa más aceite que crudo.
De ser exitosa la reforma tributaria, lejos estaríamos del déficit, se registraría una reducción de la acelerada demanda de crédito internacional y se cubriría antes del 31 de diciembre todo lo presupuestado para el presente ejercicio. Sin ADEFAS.
Los fondos para cubrir diferenciales en el precio del petróleo estarían invertidos en activos sólidos, ajenos al control hacendario y los fondos de previsión social de las empresas públicas no servirían para paliar los desfases de flujo. Lejos estaríamos del rebasado tope de financiamiento externo.
En esa fantasía, habría que reducir y casi desaparecer los “gastos fiscales” relativos al régimen de consolidación y no habría más sorpresas como la que el reluciente coordinador blanquiazul nos clavó por la espalda cuando fue presidente de la Comisión de Hacienda.
Hablando en serio, habrá que ver que tan necesario seguirá siendo el inflar las reservas de activos internacionales para aumentar más la deuda pública.
Lo preocupante, la acción y disimulo de J. Isabel Trejo -nueva mala decisión del PAN- a quien hay que seguir de cerca, ya que su agenda se ha impuesto sobre el interés público más de una vez.