Crucificados sin perdón

Ben Johnson, gran atleta nacido en Jamaica. De gran estirpe y que se va reinventando generación tras generación, solo que él utilizó el pasaporte canadiense.

El hombre que en 1988 venció en la final de los 100 metros con un tiempo extraordinario al “Hijo del viento” Carl Lewis, quien al final de aquella competencia señaló: “Me ganaron con trampa, sin ella nadie me hubiera ganado el día de hoy”. 

Nuestra primera reacción para los que estábamos ahí fue: “de que murieron los ardidos”.

Alfredo Domínguez Muro Alfredo Domínguez Muro Publicado el
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Ben Johnson, gran atleta nacido en Jamaica. De gran estirpe y que se va reinventando generación tras generación, solo que él utilizó el pasaporte canadiense.

El hombre que en 1988 venció en la final de los 100 metros con un tiempo extraordinario al “Hijo del viento” Carl Lewis, quien al final de aquella competencia señaló: “Me ganaron con trampa, sin ella nadie me hubiera ganado el día de hoy”. 

Nuestra primera reacción para los que estábamos ahí fue: “de que murieron los ardidos”.

 Carl Lewis había perdido el trono en ese momento, un desprestigio del hombre que iba por todas las medallas y las ganaba.

En una carrera llena de tensión y drama, con un corredor como Ben Johnson, que un año antes apenas había alcanzado la tercera posición y no se le acercaba a Carl Lewis.

La verdad se supo dos o tres días después cuando los ojos amarillos inyectados de Ben Johnson mostraron y demostraron lo que nos negábamos a ver: había hecho trampa con anabólicos y esteroides.

Había estado medicado por unos doctores rumanos para que no presentara en los exámenes de sangre y orina los testigos en el antidoping, pero a final de cuentas se encontró, se detectó y le quitaron la medalla.

Fuimos muchos al aeropuerto a encontrarlo, había una nube de compañeros periodistas y solamente alguien como Sport Illustrated logró sentarse junto a él y llevó una historia extraordinaria. A partir de entonces…

Ben Johnson se convirtió en ejemplo de la trampa

En ejemplo del atleta que debe ser despreciado, menos preciado, castigado, humillado una y otra vez, señalado.

Su vida realmente terminó, se convirtió en un infierno y ha comenzado a salir de un purgatorio por sí mismo.

Ben Johnson fue despojado de esa manera de su medalla y entregada a Carl Lewis y lo demás es historia, pero me iría por el lado de Ben Johnso.

A final de cuentas se reinventó ya no en el atletismo, se convirtió en un apestado a pesar de que después de él hubo muchos otros con trampas peores.

Ahí está el caso de Marion Jones y de otros atletas que siguieron engañando, pero Ben Johnson fue el primer gran despojado y esto me recuerda mucho…

La historia de Pete Rose 

Este gran beisbolista, el mejor bateador de todos los tiempos, el hombre con el que ningún pitcher podía.

Al retiro de Pete Rose llegó su oportunidad para ser manager exitoso, hasta que el vicio que él padecía, su inclinación por las apuestas, lo agarraron apostando al beisbol.

Aunque nunca se comprobó que apostara a su propio equipo, fue expulsado del beisbol y lo demás es historia.

Historias en común

Hace unos meses, curiosamente, Pete Rose señalaba palabras más, palabras menos, lo mismo que hoy dijo Ben Johnson al regresar por primera vez desde 1988, al pisar la pista de tartán del hermosísimo estadio olímpico en Seúl, Corea, su reflexión fue extraordinaria.

“Hoy sigo sintiéndome crucificado y en penitencia eterna.

El mundo puede perdonar a asesinos, violadores, terroristas que pueden meter en prisión y pasados unos años de su condena tiene la oportunidad de salir y encontrar esa segunda oportunidad.

En el caso de los atletas, la crucifixión y la penitencia es para siempre”.

Dura y tremenda realidad y reflexión… 

Así de fácil.

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