Así, los avances en transparencia, competencia económica y en materia electoral son más que cuestionables, a pesar de estadísticas amañadas y de forzados reconocimientos, comprados o cabildeados por quienes operan las madejas de intereses en esos sectores.
Son las cuotas, los apadrinados comisionados y consejeros, los que llegan con ínfulas de pureza a la silla, pero que al más mínimo análisis, muestran rasgos que, lejos de confirmar su nominación, aseguran la captura de los órganos reguladores del Estado.
Sí, desde Zubiría, quien fuera nombrado como Jefe del SAT sin cumplir requisitos elementales para cubrir el puesto, hasta Mario Di Costanzo, quien, de conocer la ley, no hubiera protestado el cargo.
La administración transexenal se llenó de sujetos sumamente onerosos en términos de remuneraciones, pero más costosos en términos de gestión pública.
Dije el año pasado que al Senado tocaba la oportunidad de cometer el mismo error que yo cometiera hace diez años, el dar un voto de confianza a Laveaga.
Una década de infortunadas acciones, dieron cuenta de la falta de preparación administrativa y de congruencia del personaje, quien había convertido al INACIPE en nicho de caprichos y complacencias en torno a su directivo, que repartía cátedras, distinciones y “apoyos” de manera discrecional, a grado tal, que la PGR se quería deshacer de él a como diera lugar.
A finales de su gestión en ese Instituto, Transparencia Nacional hizo el puntual señalamiento respecto de indicios en torno al heterodoxo acceso por parte de tal personaje a los acervos confidenciales al cuidado de la PGR para usos no acordes con la ley, lo cual, claro, lo tornaba inconveniente para siquiera ser miembro del órgano rector del IFAI.
Pues nada, el Senado, como en la aplastante mayoría de nombramientos que otorga, no reparó en los antecedentes, ni en el perfil preciso para otorgar su venia. Los senadores panistas sin dudar ejecutaron el lineazo que les diera Calderón, en éste y otros casos, para llenar el sector público federal de sus incondicionales.
Qué decir de Sigrid Arzt, quien cuenta con un perfil contraindicado para una entidad encargada de la protección de datos, al tener nexos curriculares con la intromisión oficial velada en la vida de los ciudadanos.
Peschard, quien fuera premiada por su gestión electoral, sumada a la citada vocal, no podía sino concretar el diseño tergiversado y protector de los secretos del pasado, colocando al frente al menos avezado, pero más comprometido con Calderón.
En materia de comunicaciones, De Swaan ha logrado -por ahora- poner precio a su salida, a cambio de mantener la interlocución.
El diseño institucional se comprometió, al desconocerse los requerimientos que la ley y la técnica demandaban de quienes alcanzaban puestos más allá de la docena trágica.