Cada sábado cenábamos en familia en el Denny’s de Indios Verdes, siempre en un gabinete pegado a la ventana. No sé exactamente la hora, es posible que sea entre las 20:00 y 21:00 horas. Yo tenía como 10 años de edad durante esas cenas y sin saberlo tuve el primer contacto con trabajo infantil.
Del otro lado de la ventana un niño colocaba en la pequeña cornisa algunas figuras de sopa de pasta pegadas y pintadas a mano, y para sustituir la voz usaba unos carteles en los que decía algo así como “vendo estos animalitos para ayudar a mi familia, “¡cómprenme por favor!“, “nos vemos a la salida”.
Lo que a mí entonces me parecía simpático, años después tome conciencia de que no lo era, si no que se trataba de una verdadera tragedia que en México como en el mundo era costumbre y se veía con toda normalidad e incluso como algo positivo, la incorporación de niñas, niños y adolescentes a trabajos agrícolas industriales a la luz, pero muchos forzosos, peligrosos e ilícitos a la sombra.
A la fecha, más de 3.7 millones de niñas y niños mexicanos trabajan, de acuerdo a la encuesta nacional de trabajo infantil del Instituto Nacional de Geografía y Estadística del 2023.
Este 12 de junio será el año 22 de que la Organización Internacional de Trabajo (OIT) instituyó el Día Mundial contra Trabajo Infantil, y que a partir de convenios internacionales como el 138 (1973), para fijar la edad mínima de admisión al trabajo a partir de los 15 años al terminar la educación básica, encabezó una lucha por erradicar el trabajo y la explotación infantil.
Hace 25 años la propia OIT puso en marcha el convenio 182 y la recomendación 190 (1999) sobre las peores formas de trabajo infantil que la propia organización identifico como la esclavitud, la trata, la servidumbre, trabajo y reclutamiento forzosos, la utilización de niñas y niños para prostitución o producción de pornografía, igualmente en actividades ilícitas, así como el trabajo que dañe la salud, seguridad o moralidad de la niñez.
La Confederación de Trabajadores de México, se incorpora a partir de 1992 a través del Comité Mundial de la Juventud Trabajadora e identificar y combatir el problema particularmente en la agricultura en México y en la industria en Asía y participar en acciones globales sobre todo para llamar la atención y empujar políticas locales para la prevención y erradicación.
México, después de muchas resistencias hasta abril del 2014, ratificó el convenio 138 con lo que aumentó la edad mínima de admisión al trabajo de los 14 a los 15 años, con jornada máxima de seis horas hasta los 16.
Han pasado generaciones desde entonces y el problema derivado de la pobreza no ha cedido, con la agenda 2030 de desarrollo sostenible hay nuevos esfuerzos y compromiso de los países para erradicar el trabajo infantil y dar a la infancia nuevas condiciones de vida, sobre todo en los temas de fin a la pobreza, educación de calidad, salud y bienestar además de equidad de género.
Las niñas, niños y adolescentes, a pesar de múltiples esfuerzos son todavía para muchos asuntos como la toma de decisión, invisibles, sin voz, porque los adultos en nuestro enorme ego pensamos que ellas y ellos construirán su futuro mañana y no como corresponde, nosotros debemos hacerlo hoy.
Que es hora de un cambio que incluya con respeto las niñas, niños y adolescentes, lo que piensan, lo que sienten, cómo ven al mundo desde sus ojos limpios y sus voces honestas.
Es hora de alcanzar la educación universal, alimentación universal, salud universal, porque no hay política social más efectiva que la que tienda la estructura de cualquier país para su futuro.
Es hora de un cambio no solo de hoja en el calendario, si no de conducta y compromiso para la eliminación efectiva del trabajo infantil.
“Veo a niños en la calle sin suficiente para comer, quién soy yo para estar ciego pretendiendo no ver sus necesidades”, cantó Michael Jackson en “Man in the Mirror” (1988) y para lograr el cambio como lo dice la misma canción, “empezare con el hombre en el espejo”