La encuesta ha recibido halagos y descréditos. Es verdugo y es rehén. En tiempos electorales como los que vivimos actualmente, la encuesta simboliza una amenaza que difícilmente es ignorada, pues constituye una herramienta poderosa que influye en el ánimo y desánimo de la opinión pública.
¿Cómo detectar las casas encuestadoras que manipulan cifras?, dicho de otra manera, ¿cómo descubrir las casas encuestadoras profesionales, confiables e imparciales?
Lo primero que debe observarse es el prestigio y profesionalismo de la casa encuestadora, así como la reputación de su titular. Si tiene cola que le pisen, la encuesta no será confiable, aunque venga de una firma respetable.
Luego se deberá saber quién es el patrocinador de la encuesta; esta información es crucial. Adicionalmente, debe indagarse si pertenece a alguna asociación internacional de investigadores, como WAPOR (World Association for Public Opinion Research), ESOMAR (European Society for Opinion and Marketing Research) o algún otro organismo independiente.
Si bien es cierto que la nota metodológica es un apartado inherente a cualquier investigación, más cierto es que su publicación no garantiza la veracidad de los resultados. El dolo y la simulación son capaces de inventar metodologías y dígitos “a la medida” en perjuicio del adversario, más aún en este momento histórico.
Por ello la encuesta probabilística es temida y, al mismo tiempo, respetada. Sir Arthur Conan Doyle, célebre escritor creador de Sherlock Holmes, tenía su opinión sobre la teoría de las probabilidades: “Si bien el hombre individual es un rompecabezas sin solución, en conjunto se vuelve una certeza matemática. Nunca se puede predecir lo que un hombre en particular hará, pero se puede decir con precisión lo que un número promedio se propone”.
De manera que el método es un asunto toral para lograr una certeza matemática. En este sentido, las casas encuestadoras deberían dar a conocer invariablemente la fecha de levantamiento, los casos efectivos, el margen de error, el nivel de confianza, el tipo de muestreo, la cobertura, el perfil del informante y el porcentaje de rechazos, básicamente. Algunas lo hacen, no todas.
La mayoría de las casas encuestadoras pasan por alto los rechazos. El margen de error de una encuesta es solo una fuente de error, la otra es mucho más seria, es el sesgo de no respuesta, es decir, los informantes que rehusaron responder o que no fueron localizados.
En toda encuesta, el porcentaje de no respuesta debería publicarse, ya que conlleva implicaciones en detrimento de la muestra y, por ende, de la proporción demográfica seleccionada. Lamentablemente, no se ha generalizado la costumbre de publicar este porcentaje.
Otro error habitual cuando se analizan los resultados de una encuesta es la alteración de las cifras como los reporcentajes que dejan fuera los “no sé” y los “no quiere contestar la pregunta”. En el tema de intención de voto, resulta una fascinación periodística difundir este tipo de reporcentajes a costa de los indecisos. Y no se vale.
Hay casas encuestadoras que presumen de precisión estadística, aunque en realidad pecan de falsa exactitud, pues llevan las cifras hasta un punto decimal que sugiere un grado de escrupulosidad innecesaria.
Al predecir el futuro con los resultados de una encuesta también se comete un error excesivo, ya que los resultados son para un momento específico y ese momento es durante el trabajo de campo, no después.
Las encuestas y el papel de los medios de comunicación son un cuchillo de doble filo tasajeando lentamente a los candidatos y a sus partidos.
Aprendamos a dar una segunda lectura a este filoso cuchillo que ya dejó a dos candidatos mutilados que continúan estoicamente de pie, un puntero que, a juicio de la mayoría de las casas encuestadoras, no se ha despeinado siquiera y, un candidato más que siempre estuvo de más.
“Tras un recuento electoral, solo importa quién es el ganador. Todos los demás son perdedores”, dijo Sir Winston Churchill, y dijo bien. Veremos el 1 de julio quién de los tres candidatos que están vivitos y coleando ganará su entrada a Los Pinos. Todo dependerá de los indecisos, sin olvidar al fantasma desleal a México: el abstencionismo.
* El autor es director general de Código Meza, miembro de World Association of Public Opinion Research y tiene 30 años de experiencia como encuestador.