La tragedia coahuilense no podía terminar en algo más que no fuera drama. Desde la primera dama, Carolina Viggiano, que no es de ese estado, sino de Hidalgo, haciendo corajes en la tribuna del Congreso, hasta la exprimera dama del país, Margarita Zavala, agarrándose del chongo con el presidente de su partido en pleno acto de protesta, todo ha sido drama.
Todo pende de un hilo. La gubernatura de ese estado, el futuro del PAN, el futuro del PRI, el de los Moreira y la legitimidad del INE, que aparentemente decidió no meter las manos. Todo menos la sonrisa de un López Obrador que terminó desgastado y que este es su escenario perfecto de recuperación.
Sin embargo, que a nadie le sorprenda que en Los Pinos, a la par que su inquilino recibe al actor Leonardo DiCaprio para hablar del medio ambiente y en Bucareli todavía estén contemplando todos los escenarios. En ese sentido, yo no creo que Rubén Moreira, gobernador de Coahuila, caiga en tanta terquedad como para acabar desafiando al presidente Peña Nieto. Por que son más de una las voces que sugieren que al gobernador ya le llegó un claro mensaje desde Los Pinos sobre la posibilidad de que el PRI pierda la elección. Una entrelínea de que si así fuera, lo que espera la cúpula peñista es que no haga un desmadre.
Y es que, personalmente no comparto la visión de algunos columnistas que sugieren que al PRI y sus aspirantes presidenciales -principalmente el puntero y encargado de la política interior, Miguel Osorio Chong, y Enrique Ochoa- les conviene ganar -sí o sí- aquella elección.
En el caso concreto del secretario de Gobernación, sin duda lo que más le conviene, en este momento tan dramático, es que lo que queda de legitimidad en el partido al que podría representar no quede manchado por la obsesión de un gobernador a un año de las elecciones presidenciales.
En el caso de Ochoa, no le quedó de otra más que tratar de defender lo que ya no es defendible y salvo por su orgullo como presidente del CEN, su verdadero encargo fue el Estado de México.
En términos generales, si bien todos los actores políticos han asegurado que el resultado de esa elección no será moneda de cambio para con la del Estado de México, resulta difícil de creerlo. Por que aferrarse a las dos gubernaturas sería un error de cálculo político, uno que el PRI no puede darse el lujo si es que aún tiene esperanza de contender seriamente en 2018.
Por ello, hay que recordar aquella máxima bélica que dice que “las batallas que se pierden son aquellas que no se pueden perder”, si no pregúntenle a Napoleón Bonaparte por Waterloo.
Otra de las grandes revelaciones de esta elección es algo que ya se comentaba en este mismo espacio. Y eso es que Andrés Manuel López Obrador y Morena están más que dispuestos a jugar el papel de políticos profesionales. Es decir, lejos de no tener tarjetas de crédito, escoltas y ser el mesías de la justicia social, el tabasqueño de entrada ya tiene en jaque al PRI, metiéndose a la cama con los mismos que “le robaron la Presidencia” en 2006.
Las siguientes 72 horas serán críticas. Por cierto, qué mal momento o mala coincidencia para detener a Roberto Borge. ¿A quién ayudó y a quién perjudicó? O más bien, ¿no habrá causado tal pánico que ahora unos no se quieren desaferrar del poder?
En fin, más allá de eso y del florido y sonoro “puto tirano” de Humberto Moreira, su hermano, el gobernador de Coahuila, debería pensar en ir aflojando, por que quizás eso le convenga más.