Enero de 2012. “Una amenaza se cierne sobre Coahuila, sobre nuestro pueblo, familias, hijos y amistades. Sobre lo que queremos y amamos. Sobre nuestra forma de vida, prácticas y tradiciones. Es el monstruo del narcotráfico”.
Así, ante el Congreso estatal, inicié un discurso en el que llamé a liberar al estado del crimen organizado.
Tenía un mes en el gobierno y en mi campaña había prometido la paz. “De la seguridad me encargo yo”, fue una frase que arrancó aplausos de un grupo de ciudadanos que escuchaban mi oferta política.
Vivíamos días difíciles; transitar con seguridad por las carreteras era imposible y la desaparición de personas una constante. Meses atrás, en el gobierno anterior, sucedieron los trágicos acontecimientos de Allende.
El miedo campeaba en la clase política y las policías no tenían la capacidad de enfrentar la crisis.
En aquella mañana dije: “El monstruo avanza más rápido de lo que parece y se alimenta de la incredulidad y de quienes lo desestiman. De los que creen que está de paso y que un día se va a ir solo”.
En los años que siguieron instrumentamos una estrategia multidimensional, que narro en “Jaque Mate al Crimen Organizado”, de editorial Planeta. La historia tiene un final feliz y hoy la entidad vive y se desarrolla en paz.
La ruta no fue fácil, viví lo que anticipé en aquel discurso: “Al monstruo le favorecen las descalificaciones a quienes le combaten. Los rumores de mala intención y la actitud irresponsable de quienes lo ponderan”.
Cuando la mejora tardaba, saltaron los carroñeros para descalificar. Aparecieron los estrategas de los criminales.
Sí, la delincuencia tiene sicarios y abogados, y también tácticos que generan simpatías para su causa y odios para la autoridad.
Amenazan a la prensa, contratan compositores de corridos, instrumentan campañas sociales y generan noticias falsas para desprestigiar a la autoridad.
El crimen enrola a “tontos útiles” para opinar sobre temas de los cuales no tienen la menor idea; también, a codiciosos que ven la oportunidad de construir fortunas fáciles.
Aquel día de enero no faltó: “estás loco”, “no hay solución”, “te van a matar”, “nadie te lo reconocerá”.
Han pasado 13 años desde aquel momento y no me arrepiento de la decisión. Al final del sexenio, los homicidios disminuyeron 76 por ciento, las extorsiones 67 por ciento y los robos violentos en carreteras en 89 por ciento.
Los delincuentes más peligrosos fueron abatidos o se encuentran en la cárcel, entre ellos los responsables de lo acontecido en Allende.
Es lamentable ver a gobernadores y políticos que no asumen su responsabilidad, a esquiroles que descalifican a quienes combaten a los criminales y a traidores que pactan en lugar de cumplir con la ley.
Es triste ver la violencia convertida en “cultura” y a las comunidades sometidas a una falsa normalidad.
Salir del hoyo es tarea de los mexicanos, no esperemos nada de otros.