Era cosa de tiempo. El gigante financiero salió del letargo que le producían las carretadas de dividendos que se le enviaban desde México para mantenerlo ajeno a la operación diaria de Banamex. Culturalmente -para una estructura estresada por severos problemas- parecía sensato dejar en manos de los nativos la administración de la empresa que de manera inusitada producía más que el resto de la red mundial del banco.
Pero ahora comenzaron a asomar de los closets contables situaciones preocupantes que -más temprano que tarde- implicarían riesgos de “cumplimiento regulatorio”, poniendo en entre dicho la transparencia y legalidad del conglomerado en su conjunto.
Vino entonces la necesidad de crear reservas para cubrir desfalcos provenientes de operaciones que no pasan la prueba de la risa, y que, aunque trataron de endilgarse a algún gerente de sucursal, no podían sino ser emanaciones de un aparato diseñado para llevar una operación bancaria paralela en favor de unos cuantos.
La fusión, que también fue llevada al cabo por un comando local encabezado por el entonces secretario de hacienda, rindió descomunales ganancias, siendo innegable que lo que se vendió fue el pagaré Fobaproa y no la estructura bancaria que había sido responsable de la quiebra hacía pocos años atrás.
Los números eran apabullantes, al grado que se dio carta blanca a los operarios de la compra que dio cerrojazo a la crisis bancaria desatada por Zedillo, para hacer y deshacer con los ahorros del público lo que les viniera en gana. Claro, a condición de que el tributo cortesano llegara limpio, puntual y abundante.
No hubo necesidad de pagar moches a los paladines de la fusión, simple y llanamente, mediante cargos, empleos, contratos, créditos y otras facilidades financieras que se anotaron en los balances del banco, poco a poco, se pagarían los servicios prestados en contra de la patria.
Ahora, el poderoso Citi se da cuenta de que las cosas no eran tan glamorosas como parecían y que no todo es limpieza en el dinero que engrosó su balance mundial.
Por lo pronto, ya desarmó el “cisen” interno que servía a los intereses de un grupúsculo que tenía un banco dentro del banco. El rentable espionaje que mantenía velo sobre diversas operaciones, ya no podrá seguir operando con cargo a Banamex. Ahora se tendrá que hacer la revisión de “compliance” que no se hace desde el 2000.
Sin embargo, la sombra que cobijó el acuerdo inicial aparecerá ineludiblemente. Ahora se enfrentarán a la Red Margarita, compuesta por altos funcionarios sembrados en los tres poderes de la Unión, tripulada por quien jalaba los hilos a Calderón.
Muchas operaciones ya duermen con los peces, pero aún hay temas por analizar, como el financiamiento Axis Management y su extraña relación con los proveedores de Petróleos Mexicanos.
Al final de la caída de alfiles llegará el pleito con el Tío Roberto y con Margarita Zavala, quien ya se apresta a solicitar el apoyo de todos aquellos que tienen puesto gracias a ella.
¿Seguirá simulando Citi?